Toronto perdió peleando
La derrota más digna del octubre azul
El que gana es el que ríe y las lágrimas son para los perdedores. Pero en este octubre, Toronto se ganó el derecho de llorar con la frente alta. No llegó como favorito, cargaba con las dudas de los analistas y la larga sombra de las potencias del béisbol. Aun así, plantó batalla. Forzó tácticas, incomodó lineups, obligó a los adversarios a pensar cada pitcheo. Pudo haberse quedado con el título de la Serie Mundial. No fue así.
La imagen final no es el trofeo levantado ni la algarabía de los campeones, sino un Vladimir Guerrero Jr. desconsolado en el dugout, casco en mano, respirando el dolor inevitable de quien lo dejó todo y se quedó corto por una brizna. Ese gesto dice más que las estadísticas: hay derrotas que elevan, porque confirman que estar en la élite exige rozar la gloria y sentir su peso incluso cuando se escapa.
Ganadores y perdedores comparten la misma ecuación: solo llega al borde quien merece estar ahí. Toronto probó que no basta el favoritismo para conquistar octubre; hace falta convicción, resiliencia y talento para poner nervioso al campeón. Hoy no hay título, pero hay respeto. Y en ese respeto, sembrado en la derrota, germina siempre la próxima victoria.
