Una maniobra ruin
La Cámara de Cuentas y el arte de distraer la atención

El gobierno no anda bien en una de sus pasadas fortalezas, la percepción de lucha contra la corrupción, pues hoy día son mayoría los dominicanos que afirman que en esta gestión hay más corrupción que en el pasado.
Y en una sociedad para la cual la gestión más corrupta siempre será la última en ocupar el Palacio Nacional, Luis Abinader podría diferenciarse con aplicar aquello de que tiene amigos, más no cómplices. Porque tratándose de un problema endémico, que no distingue colores partidarios y hunde sus raíces tanto en lo público como lo privado, lo importante es que no prevalezca la impunidad, y que todo aquel que meta la mano en el erario pague las consecuencias.
El caso del Seguro Nacional de Salud ofrecía al Ministerio Público una ocasión ideal para enviar ese mensaje, y hacerlo respetando el debido proceso. Como los potenciales imputados pertenecen al oficialismo, sin inconvenientes podrían prescindir del espectáculo de allanamientos y desfiles de personas por pasillos judiciales con cascos y chalecos, de filtraciones para condicionar la opinión pública y de abusivas prisiones preventivas, y en su lugar dedicar tiempo, esfuerzos y recursos para presentar una acusación robusta y ajustada a los plazo y tiempos procesales.
Desgraciadamente estos fiscales se asemejan al escorpión que traicionado por su naturaleza aguijonea la rana aunque aquello significara su propia muerte. Están al borde del más absoluto descrédito, con procesos que caerán como piezas de dominó, y son incapaces de rectificar ni cuándo se encuentran ante una oportunidad inmejorable.
Continúan operando bajo similares esquemas y mismo guion, ofreciendo datos interesados a medios afines que preparan avances para generar expectativas antes de la puesta en escena, que desde ya avisa de otro caso diseñado para el "tribunal de la opinión pública" y no para procurar condenas en justicia.
A lo que se adiciona la bajeza de una Cámara de Cuentas indigente de credibilidad, que en medio del escándalo provocado por el supuesto desfalco perpetrado en el Senasa da a conocer una auditoría a esa institución, pero no del periodo cuestionado, si no de la última gestión peledeista.
Un informe realizado hace cuatro años, sin hallazgos importantes y apenas algunas observaciones subsanables y adecuadamente respondidas; sin vocación de judicialización pero con evidentes sesgos en su redacción, es convenientemente publicado en este momento para que sirva como insumo a serviles de la prensa y de las redes sociales, que apelando a la falacia del tu quoque tratan de diluir cualquier comparación entre el correcto manejo del Senasa durante pasadas gestiones y el aparente desastre administrativo del último lustro.
En los segundos mandatos se suele perder ese efecto teflón que impide que las críticas afecten la popularidad, pero además se incrementan los desaciertos, pues se reducen la percepción de la realidad, el sentido de prudencia y la más elemental inteligencia política.
Es lo que explica el dislate de esta maniobra tan ruin, que sólo busca provocar ruidos para disgregar la atención sobre este escándalo, con resultados que a todas luces resultarán contraproducentes, pues la gente no es tonta y de lejos distingue el color de los refajos.

Óscar Medina
Óscar Medina