Oscar Wilde: esteta, excéntrico e inmortal
Lo tuvo todo y murió solo, arruinado y olvidado, en un hotel de quinta de París, el 30 de noviembre de 1900, hace ahora 125 años

Abanderado del movimiento esteticista, la vida de Oscar Wilde (1854-1900) fue una mezcla de brillantez literaria, excentricidad social con una tragedia personal a sus espaldas consecuencia de su continúo desafío a las rígidas normas victorianas de su tiempo.
Lo tuvo todo y murió solo, arruinado y olvidado, en un hotel de quinta de París, el 30 de noviembre de 1900, hace ahora 125 años.
- El mejor exponente del esteticismo y la paradoja social, Wilde fue además el mejor performance en sí mismo.
Excéntrico y brillante, el "rey del ingenio", su vida, más allá de los hechos, revela una complejidad tan fascinante como trágica, al ser figura principal del esteticismo, atreverse a desafiar públicamente a la moral de su tiempo, y por el drama personal que lo llevó a la ruina.
¿Cómo influyó el esteticismo en la vida y obra de Oscar Wilde?
Su tragedia subraya y nos recuerda el coste brutal de ser diferente en una sociedad tan cínica como intolerante. Y él tan genial como provocador, mantuvo, en efecto, un pulso contra la moral victoriana que acabaría costándole la cárcel.
Nacido en Dublín, Irlanda, en 1854, destacó desde su época de estudiante en la Universidad de Oxford, donde brilló tanto en sus estudios clásicos como por su cautivadora y atractiva personalidad.
Con ese halo diferente, culto y refinado que le envolvía y que le caracterizó toda su vida, practicó siempre un meticuloso cuidado en el vestir. Con una preocupación por su imagen se convirtió en el mejor portavoz del movimiento esteticista, del "arte por el arte".
Abanderó el movimiento esteticista, que sostenía que el arte no debía tener un propósito moral o didáctico, sino simplemente ser bello. Esta filosofía impregnó su estilo de vida y sus obras, como afirmaba, "Todo arte es más bien inútil".
Su excéntrica, pero cuidada forma de vestir no dejaba indiferente a nadie: culto pero rebelde, con su aureola de enfant terrible, su fama no paraba de crecer.
En aquellos exclusivos salones, Wilde se presentaba con el cabello largo, bombachos y levitas de terciopelo verde o carmesí, lucidos cuellos de pieles en invierno y flores en la solapa... que junto a un ágil y lúcido ingenio, preferiblemente mordaz, y una oratoria brillante lo convirtieron en toda una celebridad. Fue adorado por muchos, pero a la vez, objeto de burla de aquellos a quienes satirizaba en sus comedias.
¿Qué consecuencias tuvo la relación de Wilde con Lord Alfred Douglas?
En los 46 años que vivió produjo una serie de obras y ensayos, y una única novela, El retrato de Dorian Gray (1890), entre varias comedias teatrales como La importancia de llamarse Ernesto (1895), El abanico de Lady Windermere (1892) o Un marido ideal (1895).
Sus obras, llenas de epigramas, -poemas breves, ingeniosos, que expresan con sátira algo en pocas palabras- no solo divertían, sino que también exponían la hipocresía y las convenciones sociales de la clase alta victoriana. La ironía, hasta la sátira, era su doble arma de rebelión a las normas establecidas.
Todo cambió a mediados de 1891 cuando vivía el período más prolífico de su carrera y gozaba del respeto de los círculos literarios más selectos de Londres.
Acababa de publicar El retrato de Dorian Gray que había sido un éxito, y estaba a punto de salir a la luz algunos de sus poemas y ensayos más celebrados.
Bosie, el giro trágico
En efecto, su vida dio un giro trágico debido a su relación con Lord Alfred Douglas, un joven aristócrata 16 años menor que él -Bosie-, con el que mantuvo una intensa pero destructiva relación. Al poco de conocerse eran ya inseparables y al principio aquella amistad no despertó sospechas.
Como la gran mayoría de hombres de la época, Wilde estaba casado, y tenía dos hijos, pero era costumbre entonces pasar la mayor parte del tiempo en compañía masculina. Incluso su mujer, Constance, afirmaba que lord Alfred Douglas era el mejor de los amigos de su esposo.
¿Cuál fue el impacto del juicio y condena en la vida de Wilde?
Pero aquella relación se convirtió en una obsesión para el poeta, convirtiéndose en el centro de su vida privada.
Douglas era caprichoso y cada vez más exigente y déspota con Wilde, hasta tal punto que el romance fue imposible de disimular y no pasó mucho tiempo en convertirse en un secreto a voces y en escandalizar a todos por igual, empezando por padre del Bosie, el Marqués de Queensberry, que le acusó públicamente de perversión de jóvenes: le dejó una humillante tarjeta de visita en el distinguido club social que frecuentaba con la inscripción "Para Oscar Wilde, que se las da de sodomita".
Contra el consejo de amigos, Wilde demandó al Marqués por difamación, un error fatal y absurdo, pero comprensible, que le costó la vida porque el juicio, como era previsible, se volvió en su contra.
Juicio y condena
Pero el peor juicio fue el social que se transformó rápidamente en un implacable juicio paralelo contra Wilde. Los abogados del marqués presentaron todo tipo de pruebas: cartas de amor, testimonios de jóvenes con los que Wilde había estado, y que expusieron su homosexualidad al escarnio público.
El juicio se convirtió en un "circo" mediático y en mayo de 1895 fue declarado culpable de "grave indecencia", eufemismo para no decir homosexualidad, ilegal entonces, condenado a dos años de trabajos forzados.
Durante su encarcelamiento, escribió la extensa carta De profundis y, tras su liberación, el poema La balada de la cárcel de Reading. En la primera, Desde las profundidades, es una larga y conmovedora carta a Douglas, publicada póstumamente, reflexiona sobre su vida y hace del sufrimiento como parte del arte.
Wilde: “La verdad es raramente pura y nunca simple”
Aquella condena había supuesto la ruina no solo material sino espiritual y social. Perdió su reputación, su dinero, sus bienes fueron embargados, su esposa lo abandonó y le prohibió ver a sus hijos.
Tras salir de prisión, en mayo de 1897, se instala en París, y adopta el nombre de Sebastian Melmoth. Pero ya nunca salió adelante. Su salud se deterioró gravemente y murió dos años y medio después de una meningitis, en una cutre habitación de hotel, en la pobreza más indigna de quien lo había tenido todo. Solo y olvidado por todos, Wilde lo había perdido todo salvo su poderoso ingenio.
Esteta y sarcástico hasta la sepultura, el poeta recordado por frases como: “Perdona siempre a tus enemigos: nada les molestará más”, “Sé tú mismo, los demás puestos ya están ocupados”, o “La vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”, cuentan que lo último que exclamó en su lecho de muerte fue: "¡O se va ese empapelado o me voy yo!".




EFE