Luis R. Santos: "El escritor es un observador distinto de su tiempo"
La novela, presentada en la Feria Internacional del Libro, explora la represión, la violencia y los dilemas éticos que enfrentan los inmigrantes en Estados Unidos

El destacado escritor y actual viceministro de Cultura, Luis R. Santos, presentó en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo su más reciente novela Ciudadano póstumo, editada por la editorial española Huerga y Fierro.
La obra sitúa su escenario en Estados Unidos, tras los atentados del 11 de septiembre y la invasión a Irak. Sus personajes son latinoamericanos que emigran al país norteamericano por diversas causas: la guerra, la represión o la precariedad económica.
Ya en aquellos años, la migración se percibía como un eje polarizador entre demócratas y republicanos, con un discurso creciente de criminalización contra los inmigrantes y señales claras de intolerancia hacia los disidentes de la política exterior estadounidense.
Ciudadano Póstumo recupera ese ambiente y lo enlaza con la actualidad marcada por el regreso de Donald Trump al poder.
—¿Podrías describir qué propones al lector en esta nueva publicación?
Esta es una novela compleja que no aborda únicamente temas dominicanos, sino latinoamericanos y, en general, del contexto mundial. Fue concebida con la intención de señalar la masacre que produjo Estados Unidos cuando invadió Irak para, supuestamente, derrocar a Saddam Hussein y destruir sus armas de exterminio masivo.
El protagonista es un periodista chileno que llegó adolescente a Estados Unidos, donde estudió y se convirtió en un crítico severo de la guerra en Irak. A través de su trabajo periodístico conoce a un soldado salvadoreño que fue enviado al conflicto con la promesa de recibir la ciudadanía norteamericana.
Este joven emigró con sus padres huyendo de la violencia en El Salvador cuando tenía apenas diez años. El periodista, Martín Araya, realiza un gran reportaje sobre él, ya mutilado por un coche bomba.
Martín, además, carga con una historia personal: su madre fue secuestrada y desaparecida durante la dictadura de Pinochet en 1973. La novela es, en ese sentido, un llamado a despertar conciencia, a mirar hacia las víctimas y a no ser indiferentes ante las masacres humanas.
Con el tiempo, Araya se convierte en activista contra la guerra. Se vincula con un grupo llamado Nuevo Universo, al que luego se acusa de complicidad con el terrorismo por presuntamente desviar fondos humanitarios hacia Hamás. Ese proceso da lugar a un fuerte duelo dialéctico entre la abogada defensora, argentina, y la fiscalía, que insiste en vincular al chileno con el terrorismo.
La defensa, en cambio, intenta demostrar que Araya es un perseguido por sus ideas y por su defensa de las víctimas.
—¿Qué recursos narrativos empleas en la obra?
La novela cuenta con dos perspectivas: un narrador omnisciente y un narrador testigo en primera persona. Este último es amigo de Martín Araya, un dominicano que narra su propia experiencia como migrante, sus relaciones personales y la persecución que ya empezaba contra los inmigrantes en Estados Unidos. Ese segundo narrador aporta frescura y una visión paralela de la migración, la discriminación y la dureza de las políticas estadounidenses.
—¿Podríamos decir que la novela tiene resonancias actuales?
Absolutamente. Es una novela distópica que se adelanta a la realidad actual de Estados Unidos. Hoy vemos la persecución a la prensa y a los inmigrantes, como ya ocurría en los primeros años del siglo XXI. El libro aborda ese ambiente de hostilidad, la instrumentalización de los inmigrantes y los costos humanos de la política exterior norteamericana.
No es un texto para quien solo busca entretenimiento ligero, sino para lectores que desean una obra reflexiva, con peso, que invite a pensar en las tragedias humanas.
—¿Cómo definirías Ciudadano póstumo dentro de tu trayectoria literaria?
Es una ruptura con mi obra anterior. Por primera vez sitúo la acción fuera del ámbito dominicano. Los personajes principales son chilenos, argentinos, salvadoreños, mexicanos y un dominicano que actúa como enlace.
La escribí tras vivir en Estados Unidos, en un ambiente aparentemente pacífico, pero que contrastaba con las guerras y dolores que el mismo país producía en tierras lejanas. Fue un proceso exigente: tuve que crear suspenso, intriga y una trama que mantuviera el interés del lector.
—En un contexto donde se habla de crisis de la lectura, ¿qué papel tiene hoy el escritor?
El escritor no es mejor que los demás, pero sí es un observador distinto de su tiempo. El artista, sea novelista, poeta, pintor o cineasta, posee otra mirada del mundo y, dependiendo de su sensibilidad y compromiso con la humanidad, aporta reflexiones que alimentan el espíritu.
Nació en Santiago de los Caballeros. Es narrador, ensayista y gestor cultural. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2018 por Síndrome del iPhone. Actualmente se desempeña como viceministro de Desarrollo, Innovación e Investigación del Ministerio de Cultura.
Entre sus obras destacan: Noche de mala luna (1993), En el umbral del infierno (1996), Tienes que matar al perro (1998), Memorias de un hombre solo (2001), Un amante indiscreto (2004), Princesa de Capotillo (2009), Paraíso para perversos (2010), El otro círculo (2012), Los oficios del placer (2016), Amy la cantante (2018), Síndrome del iPhone (2017-2018) y Sinfonía de las cacerolas (2021). Sus cuentos han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales.