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Irene Vallejo, una voz plural

La columna es para ella su gimnasio, un lugar donde la palabra se ejercita y regresa transformada

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Irene Vallejo, una voz plural
La columna es para Irene Vallejo su gimnasio, un lugar donde la palabra se ejercita y regresa transformada.
(EFE)

Irene Vallejo publica de forma regular en diarios de España y Latinoamérica. Su voz íntima se reconoce sin esfuerzo. En sus columnas sostiene una conversación constante; allí asoman las ideas que la rondan y que, con el tiempo, a veces encuentran forma de libro.

Lo que en un inicio fue un gesto lateral se ha convertido en una parte esencial de su escritura, un espacio que ella llama su «gimnasio de la palabra».

Antes de publicar su primer libro, comprendió lo difícil que era que una editorial confiara en una autora joven sin contactos.

Pensó entonces en escribir artículos, aun sabiendo que no era periodista sino filóloga, y se sostuvo en lo que mejor conocía: las historias, las palabras y sus raíces, así como los textos que había traducido y estudiado durante años.

Por esa época, el director del diario español Heraldo de Aragón, quien había sido su profesor de Historia Antigua, fue receptivo a su propuesta de abrir un espacio desde el cual pensar el presente a la luz de lo que hemos sido.

Pronto esas columnas comenzaron a circular en las aulas. Los profesores las llevaban para leer y comentar: una etimología, un mito, una imagen que abría la conversación y dejaba algo encendido entre los estudiantes.

De ese uso cotidiano nació la necesidad de juntarlas. Así surgió Alguien habló de nosotros, su primera recopilación.

Desde el principio, Vallejo optó por la primera persona del plural. No para hablar en nombre de nadie, sino para incluirse.

Ese nosotros no pretende abarcarlo todo —sabe que en toda comunidad hay diferencias y matices—, pero le permite no señalar desde afuera, sino reconocerse dentro de aquello que describe: en los errores, las dudas, los gestos, las búsquedas.

Es una manera de recordar que no vivimos aislados, que nuestra identidad se teje en las redes reales que habitamos: el vecindario, la ciudad, la familia. En tiempos de tanto énfasis en lo individual, ese plural es, para ella, una forma de pertenencia.

Con el tiempo entendió que ese espacio también era una manera de tantear ideas. Hay textos que tocan un nervio en su público y las respuestas llegan con fuerza; otros, se deslizan en silencio.

Ese intercambio le permite intuir el pulso de lo que nos inquieta. Trabajar para la prensa exige constancia: pensar lo complejo y volverlo claro sin reducirlo. Por eso reescribe, lee en voz alta, ajusta el ritmo.

Después presta atención a lo que ocurre: los comentarios que le dejan los lectores en las redes sociales, las asociaciones que cada quien trae desde su propia vida al texto. A veces una cita, una película, una historia familiar abre otra puerta.

La columna es para ella su gimnasio, un lugar donde la palabra se ejercita y regresa transformada. Y quizá por eso, cuando la leemos, sentimos que algo en nosotros se pone en movimiento y vuelve a latir.


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Abogada especialista en derecho administrativo, entusiasta de la cultura y la palabra escrita.