Exportación de dominicanos
El país mantiene un déficit comercial creciente pese al dinamismo económico

Cuando se habla de la balanza de pagos se espera que los factores dominantes sean los relacionados con las exportaciones e importaciones de bienes. Eso fue cierto en una época. Si bien es cierto que las importaciones de bienes siguen teniendo el mayor peso en las cuentas con el exterior, su otra cara, las exportaciones, han quedado rezagadas y no muestran la vitalidad que deberían tener.
Con el paso de los años los gobiernos de la etapa democrática han reiterado declaraciones de buenas intenciones y promesas de introducir políticas que produzcan un vuelco en la situación. Los resultados indican que no han encontrado la manera de superar el pobre rendimiento del sector exportador, a pesar de contar con entrada preferente en los mercados de los Estados Unidos y de la Unión Europea, los de mayor poder adquisitivo del mundo.
Desde 2012 hasta 2024 las exportaciones de bienes crecieron en 1.55 veces mientras las importaciones lo hicieron en 1.69 veces. En 2024 las importaciones se elevaron a US$29,808 millones, mientras las exportaciones apenas alcanzaron los US$13,872 millones. El déficit se situó en US$15,936 millones. En vez de disminuir, sigue ampliándose.
La República Dominicana no está en condiciones (tampoco es la vía apropiada) de aplicar la receta de la actual administración estadounidense de imponer aranceles punitivos a sus importaciones para equilibrar las cuentas con sus socios comerciales, pero sí puede y debe revisar sus medidas de política económica en busca de que las exportaciones de bienes crezcan con dinamismo, y de que el déficit se reduzca y hasta se convierta en superávit.
Si el déficit de comercio es tan grande surge la pregunta de cómo se desenvuelve el país para operar con normalidad, pues es obvio a cualquier observador que la economía fluye, con altibajos normales, se mueve a veces con más dinamismo, en ocasiones con menos.
La respuesta es que la balanza de pagos refleja no solo el comercio de bienes, sino también otras transacciones con el exterior. Por ese lado se obtiene cierto grado de compensación. El faltante se cubre con endeudamiento externo y cambios en la posición de inversión internacional.
Veamos dos ejemplos.
En la balanza de servicios se registra el renglón viajes, es decir el turismo. Para 2024 ese segmento produjo un ingreso neto de US$10,972 millones. La actividad genera una demanda de consumo de bienes y servicios locales que dinamiza la economía. Y constituye una exportación sin que sea necesario embarcar al exterior los productos objeto de la demanda del turismo, aparte de que enriquece el acervo cultural al poner en contacto a la población local con gente de cultura diferente.
El segundo ejemplo se origina en el denominado ingreso secundario que lleva las cuentas de las transferencias (remesas) de dominicanos que residen en el exterior hacia la República Dominicana. En 2024 esa partida alcanzó los US$10,756 millones, casi igual que el turismo.
Visto así, constituyen un gran aporte a la disponibilidad de moneda extranjera, salvo que, en este caso, y la salvedad es relevante, lo que se está exportando no son bienes, sino material humano, dominicanos de carne y hueso, desarraigados de su país, expulsados de su tierra por falta de oportunidades. Ellos, con su dolor a cuestas por sentirse tan lejos, contribuyen a atenuar su ausencia con las transferencias (remesas) que hacen a sus familiares (padres, consorte, hijos).
El asunto no termina ahí. Los inmigrantes que residen en el país, el grueso indocumentados, envían remesas a sus familiares. En 2024 esos flujos alcanzaron los US$958 millones y crecen a un ritmo parecido al de las remesas que envían los dominicanos.
Desde nuestra óptica es imperativo modificar los flujos con el exterior para fortalecer y expandir agresivamente las exportaciones de bienes y servicios, al tiempo que se reduce o revierte la huida de dominicanos al exterior y se reorganiza el mercado de trabajo para darle cabida en mayor medida a los dominicanos.
Y todo eso pasa por modificar el signo de algunas políticas y eliminar la práctica de depender de remesas y de subsidios. El paradigma debe ser el de ganarse el día a día con el sudor originado en la realización de trabajos dignos con protección social.
En otras palabras, debe cesar la exportación de dominicanos, al igual que la importación de haitianos indocumentados. Hay que reconstruir y volver a unir los girones desperdigados de la patria y enterrar la deriva que lleva a la dilución de la dominicanidad. Y eso significa dictar y aplicar normas de política económica y social que conduzcan hacia esa finalidad. b