Miembro de Número de la Academia
El honor que corona una vida entre números y letras

El pasado sábado, 11 de octubre, en acto solemne, ingresé como Miembro de Número de la Academia Dominicana de la Lengua. Honor inconmensurable. Lo acojo con humildad.
En el fondo es un reconocimiento a tanta gente con la que he tenido la dicha de trabajar, dedicada a impulsar iniciativas de engrandecimiento de la sociedad mediante el buen uso de la palabra, la divulgación de las ideas.
En mí actuará como acicate poderoso para procurar mayor dominio en el manejo del lenguaje, mejorar la forma de comunicarme, transmitir las ideas, formular críticas que propicien cambios, construir relatos, manejar ficciones, zarandear la realidad, intentar modificarla en proceso inacabable de prueba y error.
Nunca se sabe el derrotero por el que nos conducirá la vida. Me corresponde ocupar el Sillón A, vacante por la partida al más allá de José Rafael Lantigua.
Al pronunciar mi Discurso de Ingreso, luego de ponderar el relevante aporte al mundo de las letras y de la literatura del académico que me precedió, dije: "Me reconforta pensar que desde su sillón podré recibir su guiño cómplice que me ayudará a dar salida airosa a los vuelos de la imaginación en labor creativa. De esa manera honraré su memoria. Desde esta Academia imploro recibir la gracia de sentirme iluminado por los destellos de su clarividencia y profundidad intelectual".
Soy economista. Amo la literatura y me afano por escribir. Consciente de mis limitaciones me esfuerzo en este oficio que produce tantas satisfacciones, al tiempo que carencia de retribuciones pecuniarias.
Siempre me resistí a que me llamaran escritor. No me sentía a la altura de esa responsabilidad. Bruno Rosario Candelier, filólogo y literato, líder del movimiento Interiorista y director de la Academia, quiso llevarme la contraria. A fe mía que lo consiguió. Me sirvió de estímulo para que profundizara en el quehacer literario. A él debo mi empeño en escribir novelas de sustrato histórico como son Horacio y Mon: avatares y gloria, y El complot que tumbó al jefe.
Carezco de argumentos para negarlo. Ahora soy académico de la lengua, por ende, escritor. Algo así como "pienso, luego existo". Espero que ese atributo espabile las riendas de mi imaginación y me convierta en algo más acabado que un esforzado emborronador de cuartillas.
Mi Discurso de Ingreso fue difícil de redactar. Estuve cavilando por horas. Aborrezco atiborrar mis textos de citas de autores y de filósofos. Prefiero dejar transcurrir el verbo e ideas propias.
Al final _me dije_, refiérete a tus circunstancias, pues son las que modelan el devenir. ¿Has escrito, y mucho, verdad que sí? Proclámalo. Demuéstralo. ¿Tienes la etiqueta de economista pegada en el pecho a modo de quienes participan en alguna competición? No puedes renunciar a ella. Entonces, procede que conjugues circunstancias, oficio de escritor y economía. E intercalar mensajes que espoleen la reflexión _concluí.
Así lo hice. Hablé de mis circunstancias, de la familia, el papel del azar, la formación académica, los primeros empeños literarios, los libros publicados, los artículos semanales entregados a la prensa, las posiciones desempeñadas en los sectores público y privado que terminaron de forjarme.
De ahí pasé a comentar una curiosidad histórica. Tanto la gesta de Independencia como la de la Libertad tuvieron que ser reconfirmadas.
Y respaldé una iniciativa patriótica. Expresé: "Hoy deseo sumar mi nombre al de las fundaciones Héroes del 30 de Mayo y Hermanos de la Maza que han propuesto al poder ejecutivo, por medio de la Academia Dominicana de la Historia, que los restos de los héroes y mártires de la gesta del 30 de Mayo sean llevados al Panteón de la Patria (6 de ellos descansan en sus tumbas particulares) y se habilite un cenotafio para rendir homenaje a los otros 15 integrantes de la efeméride cuyos cuerpos fueron cruelmente desaparecidos por las bestias que durante 31 años amamantaron el terror en este país.
Es de justicia que se haga así. Tengo la confianza en que el poder ejecutivo accederá a satisfacer esta noble solicitud, pues el 30 de Mayo fue un acontecimiento de relevancia histórica que cambió el destino de nuestro pueblo, subyugado por la tiranía.
En adición, hice algunas reflexiones sobre mi visión de la economía.
Agradezco las palabras pronunciadas por Rafael Peralta Romero, secretario de la Academia, al cumplir con la formalidad de recibir mi discurso de Ingreso en nombre de la institución. Lo hizo con altura, propiedad y comprensión cabal de lo expuesto.
Por igual, doy las gracias a los medios que me abrieron el camino, en especial a Diario Libre, órgano receptivo a la expresión sin tapujos de mis inquietudes semanales desde el año 2010.