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Urbanismo desdibujado

Inversionistas privados imponen el crecimiento desordenado de Santo Domingo

Algunos lectores enviaron comentarios sobre mi artículo titulado Ciudad que respira. Uno de mis personajes, el bachiller Abimbaíto, interceptó una comunicación, vía chat, dirigida a mi persona y se enzarzó en un diálogo. Lo transcribo.

- Buenos días, Eduardo, siempre leo tus escritos, muy ponderados y con claridad en la visión y enfoque- teclea un reconocido arquitecto, urbanista y académico.

- Hola afamado arquitecto - interviene el impostor, como si la conversación fuera con él- . Soy Abimbaíto. Tengo a mano por unos minutos el teléfono de mi patrón. Él escribe de todo. Lo salva la circunstancia de contar con asesores como yo. 

Se queda sorprendido por la intromisión e impertinencia.

- La semana pasada su patrón le dedicó el artículo a la ciudad de Santo Domingo y a la gestión de la alcaldesa Carolina Mejía relativa a los parques y áreas verdes - se extiende en explicaciones el arquitecto.

Abre los ojos como dos faroles.

- Sí, arquitecto. Es justo reconocer lo que está bien hecho como también criticar lo que está mal. Defendemos los intereses de todos.

Se queda perplejo. Continúa su argumentación. 

- Este tema es eje central de reflexión en mi despacho de arquitectura y urbanismo, así como en nuestras intervenciones académicas -explica con devoción-. Un tema de pasión por formación. Por favor, déjele mi mensaje a su patrón. Quiero dialogar con él.

- Ya veo - replica el bachiller- . Le daré su mensaje. De hecho, estoy muy desconcertado por la despreocupación que observo en la conservación de iconos urbanos como Gascue que nos está dejando sin poder acreditar los períodos históricos y hasta por la exasperante lentitud como se remodela la zona colonial

- Pues fíjese- argumenta el profesional olvidando cualquier recelo-. Esta ciudad de Santo Domingo comienza a mostrar signos preocupantes de decadencia. El problema viene desde hace mucho tiempo, pero por su situación contextual socio económica se ha ido agravando de forma aritmética. Hoy lo hace geométricamente y muy pronto será de forma exponencial.

Suelta lo primero que se le ocurre.

- Bueno, usted habla de números, forma y potencia. Falta la mecha del lenguaje para frenar la progresión mal encaminada o para impulsar la del camino bueno. 

Un velo de perplejidad lo arropa.

- A ver si me entiende- exclama el profesional irritado-. Todas las intervenciones urbanísticas que se han hecho desde Balaguer hasta hoy son producto de una miopía urbana. No se alcanza a ver el futuro.

Se espanta por la dureza de la afirmación. 

- Hay una explicación- se le ocurre decir al bachiller-. Balaguer estudió en París. Quedó fascinado por la majestuosidad de su arquitectura, grandes espacios, riqueza de sus museos, serenidad de los bosques de Bolonia. Estuvo en Madrid y conoció el esplendor del museo del Prado, la belleza de las fuentes de Cibeles y Neptuno, la armonía de sus grandes avenidas. Leyó mucho. Otros han estado, pero no lo han sentido, ni han leído. Cultura: es la diferencia.

El arquitecto se siente fortalecido. 

- La ciudad ha crecido como crecen los montes - exclama con tristeza-, como les ha dado la gana a los inversionistas privados. Los ayuntamientos solo cobran arbitrios y aprueban según el criterio de quien pone el sello.

- ¿No será de quien lo paga? - lo interrumpe.

- Es que ni siquiera hay visión de horizonte, no hay una idea de ciudad, no hay proyección sino acompañamiento - mientras escribe el sudor se le escurre por la frente.

- Tranquilícese arquitecto. No se sofoque. 

- Estoy bien. No se preocupe. Insisto: Aquí hay que reestructurar, hacer cambios profundos, nuevas vías norte sur, este oeste, crear visión multicéntrica. Ver la ciudad como una metrópoli con una visión global consensuada. Tenemos cabildos aislados cuyas administraciones se contradicen. Hay que ver a las ciudades complementarias cuya integración hace sentido, preservar sus perímetros. Darse cuenta de que las circunvalaciones no son solo para obviar el cruce por el centro, sino que abren oportunidad a nuevas entradas y salidas despejando así la concentración en un par de arterias que agrupan el 85% de todo el tráfico.

- Oiga, a los entes de decisión les encanta construir juguetes de relumbrón como metro, trenes, tranvías y teleféricos, sin tener en cuenta la estética del entorno, ni evitar el aspecto de arrabalización que caracteriza a algunas de ellas. Son necesarias, sí, pero bien planificadas y ordenadas. Usted no ha dejado nada para que yo pueda mostrarle mi pericia. No sea "agallú" como dicen los cibaeños. 

- ¡Ah, no! La conversación no era con usted, entrometido. Sobre este tema hay mucho de qué hablar. b

TEMAS -

Eduardo García Michel, mocano. Economista. Laboró en el BNV, Banco Central, Relaciones Exteriores. Fue miembro titular de la Junta Monetaria y profesor de la UASD. Socio fundador de Ecocaribe y Fundación Siglo 21. Autor de varios libros. Articulista.