Hora de que el Estado arrime el hombro
De la fe a los recursos, cuando la buena voluntad ya no basta para educar con dignidad
La Hora de Dios ha sido, durante décadas, una de esas obras silenciosas que transforman un barrio desde adentro. En Herrera, donde tantas veces el Estado llega tarde o sencillamente no llega, este proyecto educativo sostuvo lo que debía ser una función pública esencial: educar con dignidad, alimentar, acompañar y ofrecer un horizonte de posibilidades a cientos de niños y jóvenes. Lo hizo con disciplina, con fe y con una terquedad admirable frente a la adversidad.
Pero todo milagro humano tiene límites. Las aulas necesitan mantenimiento, el personal merece sueldos justos, los servicios básicos no pueden seguir dependiendo de improvisaciones, y la estructura de apoyo —de limpieza, cocina, seguridad— envejece sin relevo ni recursos. La comunidad ha sostenido este esfuerzo hasta donde puede. Ha llegado el punto en que la buena voluntad ya no basta.
Es hora de que el Estado asuma su responsabilidad con un proyecto que lleva medio siglo supliendo sus ausencias. Se trata de justicia elemental: apoyar, financiar y fortalecer una institución que ha demostrado ser eficaz, seria y profundamente transformadora.
En Herrera ya existe un modelo de educación comunitaria que funciona. Lo mínimo es no dejarlo caer. Lo debido es potenciarlo. En eso se mide, también, la vocación social del Estado.
