¿Este país es un relajo?
Este país parece puesto a prueba en episodios de cotidianeidad
Este país parece puesto a prueba en episodios de cotidianeidad. Un pederasta convicto, condenado por violar a su hijastra, recibe autorización para enseñar en un centro de altos estudios.
Como si no bastara, se le concede prisión domiciliaria, un privilegio en contradicción con la naturaleza del crimen cometido.
¿Qué puede enseñar quien traicionó la confianza más sagrada, si no arrepentimiento y autoflagelación moral? La decisión judicial desafía el sentido común, vulnera el principio de justicia y despoja a la sociedad del resarcimiento que corresponde a un delito tan atroz.
El caso de Donni Santana Cuevas debería ser ejemplo de intolerancia absoluta frente a la violencia sexual. Sin embargo, lo que se envía es un mensaje de indulgencia.
Una justicia que permite al culpable ocupar un aula desconoce el daño irreparable infligido a la víctima y desprecia el derecho de la comunidad a sentirse protegida.
No se trata de impedir la reinserción social, se trata de establecer límites. Hay crímenes que marcan de manera imborrable y exigen cautela extrema.
La educación es espacio de confianza y de autoridad moral. Convertirla en escenario de redención para un pederasta condenado degrada la institución y hiere la dignidad de los estudiantes. La justicia debe resguardar, no ultrajar.