El país de los millones de aspirantes
Campañas prematuras, propuestas ausentes
En una democracia no debería importar si los partidos se mueven temprano o tarde en el calendario político. La Constitución es clara: elegir y ser elegido es un derecho. Pero en República Dominicana no basta con la letra constitucional. Aquí hay leyes que fijan plazos y límites para la campaña, precisamente porque de lo contrario los partidos convertirían la vida nacional en un mitin interminable. Y aun con esas normas, lo hacen.
El resultado es un hartazgo precoz. No por exceso de ideas, sino por su ausencia. Campañas que nacen antes de tiempo, con vallas y jingles que solo compiten en ruido y gasto. La pobreza de la oferta política contrasta con la riqueza de los recursos empleados para promocionar candidaturas que todavía no están en juego. Una desproporción que irrita y confirma que la política local confunde aspirar con gastar y convencer con invadir.
Como si hiciera falta recordarlo, aquí todo el mundo quiere ser presidente. Eso ya lo sabemos. No hay necesidad de repetirlo en cada esquina ni de exhibirlo en colores chillones antes de hora. Lo que falta es lo otro, lo de fondo: propuestas serias y responsabilidad en el gasto. El resto, pura promoción de egos.