Un paredón digital
Del abuso físico al linchamiento digital
El caso de la joven de Villa González es un retrato descarnado de lo peor de nuestra época. No basta con haberla drogado, violentado y arrojado a la pesadilla de un abuso múltiple. Meses después, cuando intentaba seguir adelante con su vida, las redes sociales se encargaron de repetir la agresión, esta vez con la sevicia de la exposición pública. Un paredón digital donde el morbo reemplaza a la compasión.
Es un crimen horroroso de carne y hueso, pero igualmente alevoso de imágenes compartidas, reproducidas y consumidas como si la intimidad ajena fuera un espectáculo. Quienes difunden esos videos no son espectadores inocentes: se convierten en cómplices activos de la degradación y la revictimización.
La justicia debe perseguir a los agresores con la misma firmeza con que persigue la propagación del material que los delata. Y la sociedad debe preguntarse qué tan bajo ha caído cuando el sufrimiento de una mujer se convierte en moneda de likes y comentarios.
La tecnología no es culpable por sí misma, pero sí lo es el uso que hacemos de ella. Convertir las redes en un circo del dolor es añadirle pólvora a una herida abierta. No podemos normalizar este paredón digital.