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El bravucón Maduro

El puño cerrado de Maduro contra su pueblo y su gesto nervioso hacia el mundo

Venezuela vive bajo una pedagogía del miedo. Vieja y burda. Se expresa en detenciones arbitrarias, humillaciones públicas, en el uso del Estado como aparato de castigo. Millones de venezolanos han debido abandonar sus casas, sus trabajos, su memoria cotidiana, empujados por una represión que no distingue edades ni trayectorias. Un país entero reducido a expediente policial.

Esa fuerza que Nicolás Maduro ejerce con brutalidad puertas adentro se diluye hacia afuera. El puño cerrado contra su pueblo se convierte en gesto nervioso frente a una fuerza externa que no puede silenciar, que no cabe en una celda ni en una lista de "traidores a la patria". Ahí aparece la fanfarronería: discursos inflamados, amenazas huecas, una retórica de resistencia que no resiste el contraste con la realidad.

Es la paradoja del autoritarismo: fuerte con los débiles, frágil ante quien no puede someter. Robarse elecciones mediante trampas e instituciones corrompidas. El régimen necesita enemigos externos para justificar su violencia interna, pero al mismo tiempo les teme. Porque sabe que su poder no descansa en legitimidad ni en consenso, sino en el miedo administrado.

La historia enseña que la represión puede prolongar la noche, pero no hacerla eterna. Ninguna mazmorra es suficientemente grande para encerrar a un país.

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