¿Se dejará la justicia embaucar por un pedófilo?
Donni Santana sigue buscando salir
Este país nunca ha sido tierra fácil para la justicia. Cuando parece avanzar, alguna maniobra oscura intenta devolvernos al lodazal.
El caso de Donni Santana es un espejo turbio: condenado por la agresión sexual de una menor, salió a un régimen de "trabajo" cuya legalidad dejó más preguntas que certezas.
Un beneficio concedido a ritmo de guiño y sello, que olía más a privilegio que a reinserción.
Ahora, desde la comodidad de su arresto domiciliario, recusa jueces y busca prolongar el dulce trato. Quiere seguir estirando la cuerda, confiado en que la humedad del sistema siempre afloja para los más avivatos.
Pero en delitos contra menores no cabe sutileza. La sociedad no puede permitir un juego de triquiñuelas mientras una víctima sigue cargando cicatrices que no prescriben.
La justicia no puede temblar ante un condenado que apela a tecnicismos para retar al pudor colectivo. Este caso no trata solo de un hombre y sus abogados, sino de la dignidad institucional.
Que el expediente lo devuelva a donde debe estar y que el precedente quede claro. En temas de abuso infantil no existen atajos ni indulgencias. Si el sistema cede aquí, la grieta moral se vuelve abismo. Y ya hemos visto suficientes abismos.
