La frase que lo dice todo
El coraje de una mujer que se negó a ser cómplice de su propio dolo
La frase condena. "La única víctima en esta sala soy yo. Asume la responsabilidad de tus actos y deja de escudarte en tu cobardía". Con esas palabras, Gisèle Pelicot cerró un capítulo atroz de su vida y abrió otro, el de la reparación moral que sólo otorga la verdad. Su voz no tembló. Fue el eco de tantas que callaron por miedo o por vergüenza, y que ahora encuentran en ella un espejo de valentía.
El Tribunal de Apelación de Nîmes aumentó a diez años la pena contra Husamettin Dogan por violación bajo sumisión química, un caso que estremeció a Francia por la brutalidad del hecho y el número de implicados. Pero más allá del fallo judicial, queda el coraje de una mujer que enfrentó el escándalo sin esconderse detrás del silencio.
El origen del horror fue su propio marido, quien durante años la drogó, grabó y ofreció a decenas de hombres para abusos reiterados que documentaba con frialdad. Ha habido dignidad en el reclamo de la dignidad arrebatada. En cada palabra de Gisèle se impuso la claridad de quien no busca venganza sino justicia. Lo que comenzó como una historia de horror terminó convertido en un acto de afirmación humana: el derecho de una mujer a ser escuchada y creída.