Calibrando hacia la muerte
Siguen los decesos sin que haya freno
Dos jóvenes murieron en Puerto Plata mientras jugaban a calibrar una motocicleta. Tenían 18 años y toda la vida por delante. No hubo azar ni mala suerte, hubo imprudencia. La historia es la misma que se repite en el Cibao y en todo el país: jóvenes que confunden la calle con una pista de acrobacias y terminan pagando el precio más alto.
Calibrar se ha vuelto moda. Una moda que no deja aplausos ni medallas, solo funerales. Ya no hablamos de simples molestias en el tránsito, sino de una práctica suicida que convierte al conductor en amenaza para sí mismo y para los demás. No hace falta ser experto en seguridad vial para entenderlo. Basta con ver la cantidad de accidentes que la imprudencia provoca a diario.
La autoridad mira de lejos y apenas reacciona cuando ya es tarde. Los motoristas que violan la ley deben ser enfrentados con la misma firmeza que se exige a quien maneja borracho o a exceso de velocidad. Porque al final, la irresponsabilidad mata igual.
El país no puede normalizar estos episodios. No son accidentes, son consecuencias de un desorden tolerado. O se mete en cintura a los calibradores, o ellos mismos seguirán metiéndose al ataúd.