La bandera de los derechos
Faride Raful frente al reto de transformar la Policía
Quienes se presentan como conciencia moral del país cargan con una mochila más pesada. No se vale andar proclamando principios y, a la hora de los palos, hacerse los distraídos. A la ministra de Interior, Faride Raful, que ha ganado respeto como defensora de derechos y mujer firme en la arena pública, le toca ahora demostrar que practica su discurso. La criticamos no por ser mujer —que nadie venga con ese cuento—, sino porque está atada a sus propias banderas de justicia y, además, porque le corresponde en el organigrama: jefa, aunque sea en teoría, de la Policía Nacional.
La brutalidad policial no es noticia nueva. Es rutina. Quienes juraron protegernos, operan como escuadrón de la muerte. No basta con la indignación a medias ni con prometer reformas que nunca se cumplen. La autoridad que se ha erigido en símbolo del bien común debe exigir otra cultura policial, no parches ni excusas.
Es fácil predicar cuando la tormenta sopla en casa ajena. Difícil es mantener la coherencia cuando el vendaval se mete en tu despacho. Ahí es donde se prueba la madera de un liderazgo. La ministra, respetada, sabe lo que está en juego. Si se doblan los principios, se quiebra la confianza.