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Wally y Morel Diplán

El regreso de la voz conservadora en la Iglesia dominicana

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Wally y Morel Diplán
James Brewster y la nueva batalla cultural. (FUENTE EXTERNA)

El exembajador de los Estados Unidos James Brewster es un gran agitador que disfruta generando ruido y reacciones en los sectores más conservadores de la sociedad. Lo hizo incluso antes de acreditarse en el país, durante la presidencia de Barack Obama, y lo mantuvo durante los poco más de tres años de su desafortunada gestión diplomática. Y continúa en lo mismo cada vez que tiene oportunidad, pues tras su salida conserva presencia aquí representando ciertos intereses.

Su más reciente provocación fue la publicación, en sus redes sociales, de una actividad en la que aparenta oficiar una boda entre dos hombres en un conocido restaurante de las afueras de Santiago de los Caballeros. Algo que, independientemente de cualquier convicción, no está contemplado en la legislación dominicana.

Personalmente, favorezco que el Estado resguarde los derechos de todas las personas, sin distinción de confesión religiosa, raza, género o preferencia sexual. Y eso debería incluir a las parejas del mismo sexo. Sin embargo, por el momento, la protección de ese derecho no se encuentra prevista en nuestro ordenamiento legal.

Por tanto, ese acto no entrañaba ningún efecto jurídico, pero Wally consiguió su objetivo de alborotar a mucha gente, que de inmediato salió en tropel a criticarle. Entre todas las reacciones, la más llamativa fue la del flamante arzobispo coadjutor de la Arquidiócesis de Santo Domingo, monseñor Carlos Tomás Morel Diplán, quien lo acusó de pretender imponer en nuestra cultura el matrimonio homosexual y le exhortó no sólo a respetar nuestras leyes y la Constitución, sino también las costumbres, tradiciones y valores cristianos del pueblo dominicano.

Unas declaraciones que sorprenden, no porque representen una nueva posición de la Iglesia católica —que siempre ha mantenido su oposición al matrimonio entre personas del mismo sexo—, sino porque, desde que el papa Francisco aceptó la renuncia del cardenal López Rodríguez y designó en su lugar al arzobispo Francisco Ozoria, prácticamente desapareció la participación del liderazgo católico en los temas sociales más simbólicos de la batalla cultural que se libra desde hace algún tiempo en Occidente.

En los últimos años, la Iglesia dominicana ha transitado de un liderazgo fuerte y comprometido con los principales debates políticos y sociales del país, a obispos con menor interés y participación, no sólo en los asuntos ideológicos y culturales, sino incluso en la mayoría de los temas de la agenda nacional.

Algo que, al parecer, está comenzando a cambiar. A estos pronunciamientos de monseñor Morel Diplán —con los que empieza a mostrar la naturaleza de su misión episcopal— se suma la ordenación como obispo y el nombramiento como cabeza de la nueva diócesis de Stella Maris de Manuel Ruiz, discípulo aventajado del cardenal López y uno de los voceros más fervientes de las causas que defiende la Iglesia.

Porque, aunque tal vez no tan escorado a la derecha ideológica y al conservadurismo religioso como Juan Pablo II o Benedicto XVI, todo indica que el papa León impondrá una visión mucho más tradicionalista que la impulsada por Bergoglio. Y parece que ese giro ya comienza a sentirse en el episcopado dominicano.

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