Machado, ni pacifista ni democrática
La galardonada con el Nobel de la Paz no siempre encarna la paz ni la democracia

En un artículo esplendoroso, Irene Vallejo desmonta el mito moderno de Madre Coraje, paradigma de amor maternal y defensa sacrificial de sus hijos. Malentendido literario de la obra de Bertolt Brecht que protagoniza, asegura, porque esta mujer es, en realidad, «una hiena de los campos de batalla».
La codicia de Madre Coraje, vendedora de alcohol y otros productos a precios inflados a soldados y víctimas de la guerra, es insaciable. Quiere salvar a sus hijos, que viajan en el carromato en el que sigue a los ejércitos, pero, sobre todo, quiere fortuna para ella aun a costa de la desesperación ajena.
Recordé este artículo de Vallejo a raíz de la concesión del Nobel de la Paz a María Corina Machado, la cara más visible de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro. Casi al unísono, los grandes medios occidentales se deshicieron en loas a la galardonada, atribuyéndole méritos democráticos y civiles de difícil constatación. La máquina de construir artificiosamente referentes políticos y legitimarlos en nombre de valores vacíos, puso en marcha su engranaje para, además, convertir el premio en premonición de la pronta caída del chavismo.
María Corina Machado no es ni pacifista ni democrática. Su visión política la ha llevado a pedir la intervención de fuerzas extranjeras en Venezuela para desplazar el régimen chavista. No es bulo. Un rastreo en internet nos inunda de notas sobre su persistencia, a veces metafórica, en la intromisión internacional para cambiar el rumbo político venezolano. Baste recordar que en el 2019, bajo el interinato de Guaidó, pidió a la Asamblea Nacional activar el Art. 87 de la Constitución bolivariana para autorizar una «fuerza de seguridad en misión de paz humanitaria» que, además, salvaguardara la «estabilidad de todo el hemisferio ante un Estado criminal».
A escasas horas de su premiación, en entrevista con el periódico español El País, fue enfática en afirmar que «Maduro decide si lo toma o lo deja, pero va a salir con o sin negociación». Es decir, por las buenas o por las malas. En el lenguaje hiperbólico de su admirado Trump, y con desoladora orfandad analítica, chapoteó en la demonización del régimen venezolano. Pero incapaz, que no sibilina, dejó indefinidas su visión de la transición y las características del proceso que desplazaría a Maduro. Lo suyo es acumular capital político con igual avidez que Madre Coraje acumulaba dinero.
Sus posiciones políticas son simétricas con las de sus socios de la ultraderecha internacional. Apenas en febrero pasado, envió un mensaje a una reunión en Madrid de Patriotas por Europa, pidiéndoles ayuda «para sacar al régimen del poder». Recordemos el refrán: dime con quién andas y te diré quién eres. Y este grupo parlamentario, integrado por los principales partidos ultraderechistas europeos, es la antítesis de la democracia, la justicia, la libertad y la paz.
Que el autoritario régimen chavista ha infligido gravísimos daños políticos, sociales y morales a Venezuela, castigado a su población y desarticulado el tejido social, no está en discusión. Defender su modelo es desertar vergonzosamente del proyecto democrático. Pero María Corina Machado no es mejor que Maduro. Es su contrario mimético. Y en términos brechtianos, una hiena de los campos de batalla.