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Bonilla y los comercios chinos

Selectividad y sospechas en la clausura de locales chinos

Hace exactamente un mes, el ministro Carlos Bonilla encontró en los comercios chinos su camino a Damasco. Pero contrario a la persistente leyenda sobre Saulo, que los biblistas demeritan, el funcionario no cayó de caballo alguno: se montó en una mula para perseguir la luz de una elusiva eficiencia.

Dos semanas después, en un acto de profesión de fe, el funcionario convocó a una rueda de prensa para «explicar» por qué clausuró los comercios amarillos, como si no hubiera bastado con una declaración escrita.  En tono casi místico (el branding político lleva a cosas como estas)  y con abundancia de diapositivas, se atrevió a decir que  «salvar vidas está por encima de cualquier actividad económica, está por encima de ganar dinero, de construir, de lo que sea. Si una vida se pierde ahí (...), nuestro trabajo en realidad no tiene sentido». 

La emotividad de sus palabras provoca creerle, pero la ostensible selectividad supervisora se burla de esta debilidad del corazón. Tozudos, los hechos argumentan con unos versos, no por añosos menos actuales, de Juan Antonio Alix: los que hablan metafóricamente de sortear meterse con los grandes y cebarse en esos mangos bajitos que son los chiquitos. Oportunismo craso.

Tras la tragedia del Jet Set que cobró 235 vidas –no esa única vida abstracta que, perdida, despojaría de sentido el trabajo de Bonilla–, el presidente Luis Abinader adelantó que el Mived trabajaba en la redacción de un proyecto de ley que crearía una dirección responsable de la supervisión obligatoria de las edificaciones privadas. 

Acostumbrados como estamos a las redundancias, no reparamos en que el artículo 13 de la Ley 160-21 que crea el MIVED, le atribuye «... la reglamentación, tramitación de permisos e inspección de las edificaciones privadas, conforme a la ley y a los reglamentos correspondientes».  Ni que el artículo 33 pone sobre los hombros del Viceministerio de Construcción «la reglamentación, tramitación de permisos e inspección de las edificaciones privadas...». A esto se agrega el reglamento 232-17 para la Supervisión e Inspección de Obras (R-004), que más específico no puede ser respecto a las responsabilidades del Obras Públicas. Ambos ministerios tienen, pues, obligaciones principales de cumplimiento previo.

Pese a ello, la generalidad de los constructores campan por sus respetos sin temor a que el Mived se les convierta en pesadilla. Botón de muestra: hace apenas tres días, Diario Libre recogió declaraciones de los directivos de la regional norte del Codia sobre la inobservancia de requisitos y normas en el sesenta por ciento de las edificaciones que se levantan en el Cibao.

Una no quiere contaminarse de conspiranoia, pero la conjunción en el ministro Bonilla de selectividad en la clausura y de vista gorda frente a otros incumplidores, además de los versos de Alix, lleva a preguntarse si acaso lo verdaderamente buscado es ganar méritos ante los representantes locales del poder trumpista, enfrentado comercial y políticamente con China.

Algo así como una preimpresa carta de presentación a la espera de la recién nombrada embajadora de Trump, Leah Francis Campos, quien en su audiencia de confirmación en el Senado no titubeó en anticipar su principal misión en el país:   «limitar la influencia del Partido Comunista Chino».  Todo lo demás vendrá por añadidura.

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Aspirante a opinadora, con más miedo que vergüenza.