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El policía dominicano, su visión de la autoridad, su violenta conducta y su ausencia de palabras

Cultura de la violencia, la reforma policial que no llega

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El policía dominicano, su visión de la autoridad, su violenta conducta y su ausencia de palabras
La lección no aprendida, cuando la autoridad se confunde con la impunidad. (ARCHIVO/DIARIO LIBRE)
"Mi abuela siempre decía que había que acabar con los uniformes que le dan autoridad a cualquiera, porque ¿qué carajo es un general desnudo?"Facundo Cabral

Desde que a un dominicano le enganchan un arma de fuego en la cintura y lo enfundan en un uniforme gris, parecen decirle:

 «Ya tú no eres una persona común, tú eres un jefe, una autoridad, tu humildad debes sepultarla. Por tanto, contigo hay que tener cuidado, y cualquier conflicto que te afecte, debes siempre resolverlo de manera violenta o diferente a como lo resuelve el ciudadano común; pues de lo contrario, tú no parecerías policía ni autoridad. Para tal fin, te estamos entregando esa arma. Sin hablar ni escuchar mucho, si tienes que golpear, golpea; si tienes que matar, mata... No olvides que tú eres un policía»

Por esa razón, cuando a un ciudadano común lo chocan o le rozan el vehículo, en la mayoría de los casos se desmonta de este, habla y hasta discute con quien le produjo el daño; pero no más de ahí. Cuando es a un policía o militar a quien le chocan o rayan su vehículo, especialmente si es oficial, se desmonta con pistola en manos, insulta, golpea, hiere o mata al otro conductor. Sencillamente, porque él es policía, y al policía hay que respetarlo y, por tal razón, aunque no haya habido descuido ni dañina intención, no se le puede rayar ni chocar su vehículo. No está para hablar mucho.  Si no reacciona con arrogancia violencia y poder, ese policía entiende que no es policía ni autoridad.

Recuerdo, a propósito, lo que hace cuatro años (2021) le sucedió a una arquitecta en Boca Chica. Junto a una niña, hija suya, la mujer, quien se encontraba en estado embarazo, se desplazaba por una de las calles del sector cuando sin querer chocó a un agente policial. Eso fue más que suficiente para que el miembro de la institución del orden asesinara a la arquitecta de un disparo a la cabeza, aun cuando también iba acompañado de dos hijos y su esposa.

Cuando a un ciudadano común, varios delincuentes intentan atracarlo, este entrega todas sus pertenencias a dichos atracadores para preservar su vida. El policía, más si tiene rango de oficial, enfrenta a los delincuentes, pues si se humilla ante estos para preservar su vida, considera que ya no parece policía ni autoridad. De ahí que, en la mayoría de intentos de atracos, los policías resultan muertos.

De manera que no solo fue el agente que salvajemente asesinó a la joven arquitecta. A cualquier policía que usted le choque o raye su vehículo, prepárese, que palo, insultos o tiros usted va a recibir, mucho más si ese agente está acompañado de otro agente. Porque para nuestros policías, solo el ciudadano común, cuando recibe un daño involuntario, debe reaccionar civilizadamente o en forma racional. El policía debe demostrar que es policía, que es una autoridad y, por tal motivo, prefiere poner de manifiesto esa autoridad, hablando más con la pistola y la macana que con la palabra.

Cuando el policía anda sin el uniforme y sin el arma de reglamento, se comporta como un manso corderito; pero desde que su cuerpo siente el calor de la tela gris o del recio cañón de la metralleta y la pistola, su ego se transforma de repente y se convierte en una verdadera fiera enjaulada.

Semejante conducta se repetirá en nuestro país, hasta que en el cuerpo policial se continúe "enganchando" gente carente por completo de sentido humano, conciencia cívica, valores éticos, saneada estructura mental, inteligencia emocional y la debida formación académica. O, lo que es lo mismo, mientras no se lleve a cabo una real y auténtica reforma policial.

Y nunca habrá verdadera reforma policial en la República, si primero no se trasforma la mente y la visión de autoridad que históricamente ha motorizado el accionar de la Policía Nacional.

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El autor es profesor universitario de Lengua y Literatura dcaba5@hotmail.com