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El sol en la Plaza de España

Los dominicanos reciben las fechas calurosas con estoicismo y un considerable grado de costumbre

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El sol en la Plaza de España
Ser isleño es convivir con el calor, las lluvias y la esperanza (FÉLIX LEÓN/DIARIO LIBRE)

Una persona muy cercana me escribió hace unos días para decirme que iba a un lugar llamado Yamasá a pasar el día en un río. Es cierto que el calor es algo intenso en nuestro país, lo que me ha llevado a comparar lo que ocurre en el Distrito con lo que ocurre en Punta Cana. Le he dicho a algunos en un grupo que con este calor Santo Domingo se parece a Juanillo y no exagero.

Hace ya varias semanas, vimos que el huracán Erin desvió su curso, algo que celebramos. Como siempre, nos resta esperar que otros huracanes se formen en el Atlántico y amenacen con llegar a la isla de San Juan (Puerto Rico) y a la nuestra.

En los edificios de apartamentos la gente suele salir a los parqueos y se da un fenómeno interesante: los parqueos que no son soterrados y son al aire libre, reflejan la resolana del Caribe en el piso de cemento, dándonos la impresión de estar en una playa. Se percibe el sol de manera intensa como suele ocurrir en Bávaro, Punta Cana o en cualquier callejuela de Puerto Príncipe o Pétion-Ville. El fenómeno se da de manera extrema en la frontera donde el sol se hace presente de manera enfática. Con el paso de los años, los que hemos atravesado la gran autopista internacional de la Frontera y previamente hemos ido a Montecristi, nos hemos dado cuenta de que este intenso brillo del sol debieron haberlo vivido nuestros antepasados: los conquistadores, los esclavos y los taínos. Si buceamos en las crónicas históricas, podremos encontrar anotaciones sobre el clima de la isla: animo a ver lo que dice Antonio Sánchez Valverde que escribió nada más y nada menos que Una idea del valor de la Isla Española en 1785. 

En los medios internacionales, se anuncia la formación de un ciclón en aguas del Atlántico que tendremos que esperar por estos días. Es de entender que uno piense en que debe ser amistoso con el clima y aprender a vivir con el. Decía el escritor nicaraguense Sergio Ramírez Mercado en una columna publicada en el Diario La Nación de Argentina, que la ida en su infancia a la playa era algo parecido a organizar un viaje moderno, algo trascendental. Lo veo así mismo: se iba a Puerto Plata como quien va a Barriloche o a Ushuaia, bien lejos.

Con los años, la gente está entrenada para saber lo que ocurre con el clima de la isla de Santo Domingo. No tenemos ahora mismo el dato de cómo lo pasaban los colonizadores cuando tenían que soportar este mismo clima, al tiempo que pueden decirnos que los taínos se la pasaban en los ríos a los que ahora mi amigo visita en Yamasá. Le he dicho que me envíe fotos pero no lo ha hecho y no debo atacarlo: lo cierto es que mucha gente va a los ríos por esta fecha de agosto y septiembre (ya entramos en septiembre).

Las inundaciones que ocurrieron ya hace varios meses en Texas son un indicador de lo que otros llaman desastre del clima o cambio climático que aún tiene sus escépticos. Lo cierto es que ir a Yamasá no es del todo peligroso pero hay locaciones donde los dominicanos se adentran y tienen que dejar las yipetas y autos bien lejos para solo llegar a pie.

Es una cuestión de actitud que sabemos cómo administrar en una isla: ser isleños es recibir cada año el calor de agosto y septiembre, y esperar la temporada ciclónica. Alguien me dirá que es una estación del alma, al tiempo que mirará el sol con intensidad mientras otros usamos las lentas gafas de sol. Esto nos protegerá los ojos, pero el sol permanecerá en el piso de las avenidas. Estamos en el mismo trayecto del sol, como escribiera Pedro Mir. 

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El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.