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Santo Domingo, un país de mulatos

Los estudios demográficos confirman el predominio genético mulato en la población dominicana

Recientes datos demográficos sobre República Dominicana revelan que la mayor parte de la población es genéticamente mixta o mulata. Pedro Andrés Pérez Cabral (Corpito), intelectual dominicano que durante la dictadura trujillista vivió exiliado más de dos décadas, publicó un denso ensayo titulado La comunidad mulata. El caso sociopolítico de la República Dominicana (1967) en el que desarrolló una tesis según la cual los dominicanos constituían "la única comunidad mulata entre las sociedades políticas organizadas". 

El tema no era desconocido entre nuestros escritores, pues anteriormente el eminente médico y escritor Francisco Moscoso Puello se había referido a la presencia predominante del factor mulato en la estructura genética del dominicano. "Los habitantes de la República Dominicana -escribió- somos en su mayoría mulatos, mulatos tropicales, que es un tipo singular de la especie humana. Es un producto especial de estas latitudes, que se ha originado por la concurrencia de un sin número de factores". 

En los albores del siglo XX, Santo Domingo era un conglomerado de escaso desarrollo social y todavía el modo de producción predominante se hallaba en una etapa precapitalista. La población, que era mayormente rural, exhibía un marcado atraso cultural y de educación formal. El dominicano carecía de una definida identidad nacional, porque "aquí no hay conciencia nacional. No hay ciudadanos, hay habitantes", sentenció Moscoso Puello. 

Tal era la percepción poco esperanzadora o pesimista, si se quiere, que tenían algunos de los intelectuales y pensadores formados en la escuela hostosiana en relación con los horizontes de expectativas del dominicano. Según Moscoso Puello, la República Dominicana era un país mayormente mulato; y del mulato dominicano afirmaba que tenía una psicología especial y "muy triste concepto de sí mismo. No tiene iniciativa propia -añadió-, no se cree apto para nada y ve con la mayor indiferencia, y respeta y admira la actividad desplegada por los extranjeros, a quienes considera, por el solo hecho de serlo, superiores a él". 

Para algunos intelectuales de la época, ese sentimiento de infravaloración robustecía la certeza de que valíamos muy poca cosa, de suerte tal que cuando se comenzó a conformar el panteón de los héroes nacionales, no fue posible lograr el consenso necesario en torno a quiénes serían los paradigmas dignos de reverencia y admiración patrióticas.

Fue, por tanto, en las postrimerías del siglo XIX cuando comenzó a tomar cuerpo la tríada Duarte, Sánchez y Mella, en tanto que máximos símbolos de la independencia nacional. Y en vista de que esa fórmula patriótica suscitó encendidos debates, Moscoso Puello consideró -particularmente disiento de esa interpretación- que las diferencias de criterios respondieron más a motivos raciales que a pasiones políticas, toda vez que la tríada estaba integrada por "un mulato y dos blancos".

Al cabo de cierto tiempo, el autor de Cartas a Evelina (1941) refiriéndose al mismo tema y debido a que continuaban los debates sobre la primacía de nuestros Padres Fundadores, señaló que los dominicanos aún no estaban  "de acuerdo con respecto al valor de ninguno de ellos. Es fácil comprender que la proporción está alterada y en esto consiste el desacuerdo". 

Razón tuvo el historiador García cuando escribió que "no contentas las pasiones políticas, en su afán de combatir a Duarte con Sánchez, a Sánchez con Mella, y a los tres con Santana, apelaron a la invención de que la idea Separatista no fue obra de Duarte sino del padre Gaspar Hernández".

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Historiador y ensayista. Especialista en historia dominicana.