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Tulio M. Cestero remasterizado

De caminos de lodo a carreteras modernas, la evolución del transporte en República Dominicana

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Tulio M. Cestero remasterizado
El transporte en República Dominicana evolucionó desde caminos de lodo a carreteras modernas. (FUENTE EXTERNA)

En 1901, los habitantes de la isla tenían un problema con el paso hacia Santo Domingo. Para llegar a lomo de burro o caballo, podían tropezar con verdaderos pantanos. Es comprensible que la construcción de la carretera Duarte, luego autopista, terminara con esta situación.

La autopista Duarte fue inaugurada en 1922. Su construcción había comenzado en 1917, durante la Ocupación Militar Norteamericana. Si hoy intentamos acceder a ciertos lugares por donde transitaba la gente en aquella época, nos daremos cuenta del arduo trabajo que implicaba llegar al Cibao o a Santo Domingo.

El artículo publicado por Cestero está incluido en el Repositorio Institucional de la PUCMM. Fue publicado en los años setenta en la revista de la institución académica EME EME, Estudios Dominicanos.

Con el paso del tiempo, esta publicación ha cobrado mayor interés. El poder descriptivo de Cestero se hace evidente en su obra. En otros libros también se nota esta habilidad: publicó La Sangre, una novela dominicana que puede ser considerada entre las más clásicas y destacadas. Otros títulos notables suyos son Notas y escorzos (1898), Ciudad romántica (1911) y Hombres y piedras (1915).

En el ámbito histórico, Cestero publicó El hallazgo de los restos de Cristóbal Colón en la Catedral de Santo Domingo (1927), Por el Cibao (1901), Una campaña (1903), El problema dominicano (1919), Estados Unidos y las Antillas (1931) y Veinte años de superación nacional (1950), entre otros.

Cestero escribió: "Hacer caminos, he ahí una gran obra de empresa inmediata. Mientras los caminos sean estos pantanos interminables, estas veredas estrechas, estas agrias cuestas, el progreso no pasará por ellos. Hay un gran número de frutos menores en el Cibao que podrían traerse a la capital, y hay en Santo Domingo productos industriales que podrían ser llevados allí; operaciones ventajosas para ambos mercados. Pero sin caminos que hagan rápido y barato el transporte, ¿cómo ha de verificarse este cambio útil y necesario? El Gobierno debiera pensar menos en los palacios de las ciudades y más en los caminos."

Continuaba Cestero: "El camino es malo, pero fácil de arreglar, de hacerlo transitable. A mí se me antoja bueno cuando recuerdo el de Cumaná a Maturín, en la República de Venezuela: una pica abierta en el corazón de una serranía, de subidas y bajadas pendientísimas, verdaderas montañas rusas, propio para caballos y jinetes bárbaros. El camino necesita que lo limpien para que las aguas corran rápidamente, desmontarlo para darle mayor anchura, colocar pequeños puentes de tablas en algunas partes y romper una que otra cuesta. Sus pasajes difíciles, fatigosos y aun peligrosos son los Cuellos Blanco y los Guananitos, las lomas del Aguacate y Laguneta entre Santo Domingo y Bonao, y entre Bonao y La Vega, las lomas de Algarrobo y Miranda. Por una de sus bajadas de piedra blanca, de una pendiente violentísima, resbaladiza como la superficie de un jabón —en algunas partes una verdadera escalera—, la bestia se desliza más que anda, y el jinete prudente que no esté seguro de los cascos de su montura hará bien en desmontar y echar el animal por delante para evitar un desnucamiento."

La crónica de Cestero es interesante por la inclusión de detalles que podrían pasar desapercibidos. Otros cronistas y viajeros hicieron descripciones notables de la nación, entre ellos el clásico Samuel Hazard, cuyos cuadros aún recordamos. En los años ochenta, el historiador Bernardo Vega publicó un libro relevante sobre este tema del ayer dominicano. Su título, Imágenes del ayer, es un volumen que probablemente esté agotado. Recopila fotos, cuadros y pinturas del paisaje y la vida cotidiana en el país. Asimismo, podemos leer el importante artículo de Sir Robert H. Schomburgk en la revista The Atheneum de 1852, donde el cónsul inglés expone, con las anotaciones de José de Jesús Jiménez, las experiencias de su viaje al Valle de Constanza.

Muy cerca de la capital, en la región conocida como Los Alcarrizos, se están realizando trabajos de ampliación de la autopista. A la derecha, se construye la extensión del Metro. Podría decirse que los observadores del pasado quizás no imaginaron esta modernidad, o tal vez la intuyeron. Desde los tiempos coloniales, se sabía que el pueblo dominicano crecería y que tendría que mejorar sus vías de acceso. Hoy, gran parte de los alimentos se transporta por carreteras eficientes. Consumimos una gran cantidad de huevos, plátanos y frutos de la tierra como la yuca o la yautía, por mencionar solo algunos ejemplos. Todo esto es trasladado en camiones, como ocurre con las fresas que bajan de Constanza o las flores que vienen de Jarabacoa. En términos generales, nuestra realidad actual podría haber impresionado a Cestero y a otros viajeros del siglo XX.

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El autor es mercadólogo, escritor y melómano nacido en 1974.