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Evangélicos y urbanos, un retrato social
Salmos y reggaetón. La decisión del ministerio de Deportes de cuidar el Estadio Olímpico y permitir solo dos actividades extradeportivas es el retrato sociológico más exacto de los últimos tiempos.
Atención, atención: La Batalla de la Fe y el concierto de Bad Bunny son inamovibles. Innegociables. Intocables. (Insuperables o insoportables, según quién opine...)
Cada sociedad se retrata en sus gustos y actividades. De los Juegos Florales de nuestras bisabuelas a una noche complicada en la calle 42 va mucho más que un siglo. Además, el poder de convocatoria es caprichoso y lo que hoy atrae mañana aburre.
¿Cómo somos, entonces? Rezadores y reguetoneros, aparentemente. Preguntas: si la jerarquia católica decidiera celebrar la Navidad 2025 en el Olímpico... ¿se le permitiría? Karol G en el Vaticano también es una pista de cambios. Y para una mega fiesta del merengue o la bachata... ¿estaría disponible el Olímpico o en reparación? ¿Somos evangélicos y urbanos, que además no son términos excluyentes?, ¿o somos católicos y merengueros de toda la vida? ¿Estamos ante una evolución espiritual y una involución musical? ¿O es una involución espiritual y una evolución musical? ¿Importa?
Como los evangélicos y los urbanos se movilizan con entusiasmo, parece mejor no desairar o decepcionar a sus devotos... porque dan votos.
Anoten los candidatos a cualquier cargo político, los influencers en busca de masa crítica para subir los likes, los emprendedores en busca de un nicho seguro, los estrategas de productos bancarios, las telefónicas necesitadas de clientes que hablen mucho, los vendedores de Ozempic, las universidades en busca de estudiantes... en esos dos actos se concentrarán miles de los que determinan decisiones político/deportivas. Una masa de votantes que son clientes y usuarios de la fe y la música urbana. Consumidores y electores, ciudadanos todos... (Quizá sea la estrategia de un spindoctor.)