Béisbol y Minería: La Ciencia del Juego Limpio
El consenso y la ciencia como bases de una nueva Ley Minera moderna

El juego que nos define
En la República Dominicana, el béisbol no es solo un deporte: es parte de su orgullo nacional. Es disciplina, cálculo, sacrificio y pasión. Desde los solares polvorientos hasta los estadios de Grandes Ligas, el béisbol nos ha enseñado algo esencial: la gloria sin ética es efímera.
El sector minero comparte esa enseñanza, pero con una conciencia renovada. Quien trabaja la tierra hoy debe hacerlo con respeto, transparencia y diálogo. Como dijo Jackie Robinson: "Una vida no es importante, excepto en el impacto que tenga en otras vidas."
Esa frase resume la nueva ética empresarial: la que entiende que la inversión solo tiene sentido si mejora vidas, genera confianza y fortalece el tejido social.
El orden que hace grande al juego
En el béisbol, las reglas no limitan la libertad, sino que la hacen posible. Cada base, cada zona de strike y cada decisión arbitral garantizan la justicia del resultado. Sin reglas claras, el juego se desmorona.
La minería dominicana también necesita ese equilibrio entre libertad y regulación. Los artículos 14 y 17 de la Constitución consagran los recursos naturales como patrimonio del pueblo, administrado por el Estado bajo principios de sostenibilidad. Los artículos 50, 51, 66 y 67 exigen que la actividad económica respete el bien común, la propiedad y la protección del medio ambiente.
Pero las reglas no bastan: deben funcionar. Y cuando las normas se vuelven rígidas, duplicadas o confusas, el juego deja de ser justo. De ahí la urgencia de una nueva Ley Minera moderna y consensuada, que clarifique competencias, reduzca la discrecionalidad administrativa y fortalezca la seguridad jurídica.
Moneyball: cuando la ciencia cambió el juego
Durante más de un siglo, el béisbol fue guiado por la intuición. Hasta que un día llegó Billy Beane y demostró —como narra Moneyball— que la ciencia podía darle una oportunidad real a los pequeños frente a los grandes. Beane y los Oakland Athletics usaron estadísticas, modelos y datos para competir con equipos que tenían el triple de presupuesto. Lo lograron no cambiando el juego, sino entendiendo sus imperfecciones.
"La primera persona que atraviesa una muralla siempre sale ensangrentada", decía Beane. Esa frase aplica también a los sectores productivos que buscan innovar en contextos tradicionales. El progreso no reemplaza la pasión: la ordena, la hace más justa, más medible y más sostenible.
El consenso que cambió el béisbol... y el que necesita la minería
La revolución de Moneyball no fue una imposición tecnológica, sino un consenso. Los equipos, los fanáticos y las ligas comprendieron que evolucionar no era traicionar el juego, sino hacerlo más justo y competitivo. La aplicación de datos permitió que un equipo de mercado pequeño pudiera competir de tú a tú con uno de mercado grande. La ciencia no eliminó las imperfecciones del juego, pero ayudó a ver dentro de ellas valor, oportunidad y equilibrio.
Así también debe ser la nueva minería dominicana: una minería de consenso, donde las empresas, las comunidades, el Estado y los ambientalistas participen con voz y evidencia. Una ley construida sin ganadores ni vencidos, sino con un principio común: que el desarrollo debe medirse tanto en beneficios económicos como en legitimidad social.
Por eso, la nueva Ley Minera no puede verse como una reforma técnica, sino como un nuevo pacto nacional sobre el uso responsable del subsuelo.
Ver el valor dentro de las imperfecciones
La minería moderna, como el béisbol en su evolución, ya no se guía por la fuerza, sino por el conocimiento. La geología predictiva, la inteligencia artificial, los sensores ambientales y los sistemas de trazabilidad permiten monitorear impactos y garantizar estándares verificables.
Sin embargo, el debate público sigue polarizado. Algunos ambientalistas temen que la minería y el medio ambiente no puedan coexistir; algunos empresarios temen que la burocracia los expulse del juego. La verdad —como en el béisbol— está en el consenso: la tecnología, la regulación y la ética pueden convivir si hay reglas justas y confianza mutua.
El sector minero ha demostrado ser un motor de transformación, y desarrollo territorial. Su mayor valor no está en los números, sino en su capacidad de generar oportunidades, fortalecer capacidades locales y abrir caminos de progreso, especialmente en provincias mineras donde la educación técnica y la inversión social pueden cambiar el destino de comunidades enteras.
Una ley para un nuevo inning
El béisbol incorporó la repetición instantánea y las métricas avanzadas para reducir el margen de error. La minería dominicana necesita una legislación que haga lo mismo: corregir las distorsiones que limitan su potencial.
Una ley consensuada debe eliminar rigideces jurídicas, duplicidades institucionales y discrecionalidades que hoy crean incertidumbre. Debe definir un régimen fiscal estable y competitivo, y establecer mecanismos claros de participación comunitaria y consulta ambiental. Debe garantizar transparencia, trazabilidad y acceso público a los datos del sector.
Como escribió James Hutton en su "Teoría sobre la Tierra" (1788): "No encontramos ningún vestigio de un comienzo, ninguna perspectiva de un final." El tiempo, decía Hutton, es el verdadero árbitro del cambio. La minería dominicana está pensando en ese horizonte: no solo en lo que extrae, sino en lo que deja.
Jugar para el futuro
El béisbol y la minería tienen una lección compartida: todo juego limpio necesita reglas justas, árbitros confiables y jugadores responsables. El sector privado no busca privilegios, sino previsibilidad; el Estado no debe temer al crecimiento, sino administrarlo con sabiduría; y las comunidades no pueden ser espectadoras, sino protagonistas del desarrollo.
Así como el béisbol se reinventó sin perder su esencia, la minería dominicana ha evolucionado sin traicionar su propósito: generar valor sostenible, confianza y oportunidades reales para la nación.
"No hay atajo para llegar a donde vale la pena ir." — Derek Jeter, Capitán de los New York Yankees.
Y el camino que vale la pena recorrer es el del progreso compartido, donde ciencia, ley, empresa y ciudadanía juegan en el mismo equipo: el de la República Dominicana.

Martín Valerio Jiminian
Martín Valerio Jiminian