Vacunas y autismo: el peligro de las falacias
La batalla por la verdad sobre el autismo y las vacunas

Diversas teorías seudocientíficas, difundidas con profusión a través de medios de comunicación y redes sociales, han vuelto a poner la discusión sobre las causas del autismo bajo el foco de la atención pública. El peso condicionante del imaginario colectivo de estas opiniones, que proviene del poder político de sus principales emisores, interfiere de manera negativa en la apreciación de la condición y expone al resurgimiento de enfermedades infantiles prevenibles que la ciencia había logrado conjurar.
Aunque reavivadas, estas ideas no son nuevas. Tienen su origen en una «investigación», descartada por fraudulenta por la comunidad científica, presentada en 1998 por el médico británico Andrew Wakefield, según la cual el autismo es provocado por la vacuna combinada contra el sarampión, rubéola y paperas (SRP). Publicados los resultados en la revista científica The Lancet, fue denunciada como mera especulación por errores metodológicos y muestrales que desvirtúan su pretendido carácter científico. Despojado de su licencia para ejercer la medicina, el autor se trasladó a los Estados Unidos, donde ha continuado con su activismo antivacunas y encontrado eco en las actuales autoridades de ese país.
Conocer algunos datos sobre el personaje aporta indicios sobre las razones subyacentes a su «investigación». En el 2011, el periodista y escritor británico Brian Deer publicó un libro cuyo título en español sería El doctor que engañó al mundo. La guerra contra las vacunas de Andrew Wakefield, fruto de una minuciosa pesquisa de siete años. Entre otras cosas, Deer afirma que antes de publicar sus «hallazgos» Wakefield recibió 700,000 dólares de abogados que gestionaban demandar a las farmacéuticas fabricantes de vacunas. Los pagos fueron documentados en el 2004.
Pese a las evidencias de intencionalidad fraudulenta, sus relaciones con las altas esferas estadounidenses han colocado a Wakefield en un sitial que perdió en su país de origen. En el 2019, el actual secretario de Salud Robert Kennedy dijo de él que es la «persona más injustamente difamada de la historia moderna».
Contrario a esta opinión, la refutación del presunto vínculo entre la triple vacuna vírica y el autismo tiene un extenso aval científico. Citemos dos estudios como ejemplo: el metaanálisis (proceso en el que se analizan los resultados de diferentes estudios sobre un mismo tema) titulado Vacunación contra el sarampión, las paperas y la rubéola, llevado a cabo por científicos estadounidenses en 2014, y Sarampión, paperas, rubeola, vacunación y autismo: un estudio de cohorte a nivel nacional, realizado por expertos daneses en 2019. Los niños y las niñas involucrados en ambos estudios totalizan 1,857,000 de casos únicos, mientras que Wakefield basó sus conclusiones en solo 12 escogidos selectivamente.
Es innegable que la agresiva campaña de los antivacunas crea confusión en la gente. Las noticias falsas, los rumores y, sobre todo, las declaraciones de personas investidas de autoridad, alimentan la desconfianza y el temor a las vacunas de todo tipo que, en los últimos cincuenta años, han logrado salvar 154 millones de vidas, de los cuales 101 millones fueron niños y niñas menores de un año, según la OMS.
Pero el daño que provoca propalar el falso vínculo vacunas-autismo no se concreta únicamente en la salud: también tiene repercusión social, un aspecto del problema que no puede ser ignorado por quienes aspiran a una sociedad inclusiva.

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