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La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 2)

El valor cívico y constitucional de los símbolos patrios

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La bitácora del maestro: Crónicas constitucionales desde el aula pública (Clase 2)
Jóvenes descubren el valor de la bandera y el himno. (FUENTE EXTERNA)

El lunes 15 de septiembre llegamos al Liceo República de Guatemala. Era temprano y la brisa agitaba las banderas instaladas en el patio. Las paredes del centro educativo estaban adornadas con murales tricolores y retratos de próceres. Los jóvenes de quinto y sexto año vestían de azul, con el uniforme impecable que habla de disciplina y de costumbre.

Todo parecía rutinario, casi como parte del paisaje escolar. Pero la rutina se interrumpe cuando la palabra entra como chispa. Y la chispa de esa mañana fue la pregunta que abría la clase: ¿Por qué los símbolos patrios no son decoración?

El silencio inicial fue más elocuente que mil respuestas. Una estudiante, con voz tímida pero firme, rompió la pausa: "La bandera está en la escuela, pero casi nunca pensamos qué significa." Esa confesión honesta reveló la distancia que muchas veces existe entre lo que vemos y lo que entendemos.

Otro joven se animó a agregar: "El himno lo cantamos, pero nunca lo entendemos." Entre ambos comentarios quedó clara la misión: devolverle a esos símbolos su sentido profundo.

La clase siguió una agenda cuidadosamente diseñada. Comenzamos con la presentación del Decálogo del Aula, que instalamos desde la primera clase. Ese adhesivo en la pared, con diez reglas sencillas inspiradas en la Constitución —escuchar al otro, respetar la palabra, levantar la mano para preguntar, cuidar el espacio común— no es un detalle menor. Recordó a los estudiantes que la Constitución no solo se estudia, también se practica en la forma de convivir día a día.

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Fuente externa

Después proyectamos un audio introductorio y un video motivador con escenas históricas de la bandera ondeando en momentos decisivos, del escudo colocado en edificios públicos, del himno cantado en plazas y estadios. El aula se transformó en un espacio de memoria compartida.

En la parte central, realizamos la dinámica principal: el aula se dividió en dos grandes grupos. A uno le correspondió dramatizar el izamiento de la bandera, con solemnidad y respeto. Al otro, entonar el himno como si fuera la primera vez que lo descubrían.

Ver a decenas de jóvenes encarnar esos actos cotidianos, pero ahora conscientes de su valor, dio un sentido distinto: comprendieron que los símbolos no están solo en los libros ni en las paredes, sino en su propia voz y en sus propios gestos.

El cierre fue profundamente simbólico. Tras la reflexión colectiva titulada "Nuestra bandera, nuestro compromiso", todos entonamos el Himno Nacional. Las voces jóvenes llenaron el aula como un eco de futuro. En ese instante, los colores, el escudo y las notas dejaron de ser rutina para convertirse en promesa.

Nuestra Constitución es clara. Los Artículos 30 al 36 establecen el carácter sagrado de los símbolos patrios:

  • El Artículo 30 define la bandera nacional como el emblema supremo de la República.
  • El Artículo 31 describe el escudo nacional y su lema: Dios, Patria y Libertad.
  • El Artículo 32 consagra el himno como canto a la libertad y la valentía.
  • Los artículos siguientes norman el respeto debido y la prohibición de usos que los degraden.

No se trata de simples formalidades jurídicas. Cada artículo es un pacto de memoria, un compromiso de dignidad compartida.

Los datos sociales refuerzan la urgencia de este tema. Más del 58% de los jóvenes dominicanos desconfía de las instituciones (PNUD, 2024). En un país donde la desconfianza erosiona la cohesión social, los símbolos patrios pueden convertirse en un puente de confianza, unidad y pertenencia.

En medio de la fragmentación política y social, los símbolos son como un faro que no se apaga: una luz que recuerda que, pese a las diferencias, compartimos la misma casa, la República Dominicana. No solucionan de inmediato el desempleo ni la desigualdad, pero fortalecen la raíz cultural desde donde se construye ciudadanía.

En ese sentido, recordamos las palabras de Juan Pablo Duarte: "Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y para nosotros mismos." La frase resonó como un eco de responsabilidad en el aula. Porque cuidar los símbolos es cuidar la patria que recibimos y que debemos entregar fortalecida.

Nada de esto fue posible sin un equipo comprometido. Detrás de cada dinámica, de cada recurso pedagógico y de cada conexión simultánea en decenas de centros educativos, estuvo el equipo del Defensor del Pueblo, que asumió esta experiencia como servidores públicos con ética y convicción. Enseñar la Constitución no es solo una tarea académica: es un deber moral de quienes han jurado defender los derechos de la ciudadanía.

Al terminar, los jóvenes comprendieron que la bandera, el escudo y el himno no son ornamentos, sino recordatorios diarios de que la patria vive en cada uno de ellos.

Los símbolos no son decoración: son la piel de la República. Y al respetarlos, nos respetamos como nación.

Esta fue la segunda estación de un viaje de 40 semanas de descubrimiento constitucional. La próxima semana, en el aula, nos preguntaremos: ¿y si mañana perdemos lo que somos?

TEMAS -

Defensor del Pueblo de la República Dominicana.