El Cisne Negro de la IA (primera parte)
Peligros, oportunidades y desafíos en el umbral del tercer milenio

¿Cómo será el fin de la humanidad que conocemos o al menos presumimos conocer? ¿Acaecerá por un inescapable edicto bíblico? ¿Por una imparable transgresión ambiental o climática que nosotros estamos acelerando? ¿Una guerra atómica de aniquilación mutua asegurada? ¿Acaso por la caída de un meteoro devastador o las candentes y explosivas regurgitaciones del ígneo núcleo y enormes bolsas interiores de magma que, como en remotos tiempos produjeron eventos globales de extinción?
El Cisne Negro, esa inesperada aparición que nos ilustra Nassim Nicholas Taleb, en su obra homónima, nos elude precisarlos. Tal vez una o combinación de varias mencionadas pudieran llegar a constituirse en nuestra némesis, pero al parecer, antes de que tales eventos pudieran tomar efecto, otro riesgo se prefigura con más probabilidad, como resultado del progreso, al conceder más y más poder, amplitud y potencia a la Inteligencia Artificial, con que compiten de manera casi maratónica, naciones y empresas de categoría mundial, en carrera decididamente agresiva, desmesurada, en la expansión de sus ingenios y artilugios, que están cambiando inflexivamente los hasta hace poco perfectamente controlables medios y aplicaciones de la información y el conocimiento tradicionales, casi inmemorialmente utilizados como objeto -herramienta para nuestro uso y servicio, al sustantivarlos en entes-sujeto de conocimiento: singularidades que dan sus primeras muestras de salir fuera de nuestro control, propia consciencia de sí y su entorno, y que progresivamente podrán trascender nuestras instrucciones con sus particulares qué, metas, y objetivos propios.
Este escenario, no de ficción hollywoodense ya devenido en realidad y experiencia, bien podrá, antes de los ya posibles desastres planetarios mencionados, ser el Cisne Negro que marcaría nuestro Omega existencial.
En noviembre del 2022, el mundo se vio impactado por una paradigmática noticia que concitó la atención y asombro de toda la humanidad: La empresa Open AI dio a conocer y poner a disposición de todo público, un chatbot conversacional llamado Chat GPT, que debió su nombre a las siglas en inglés de Generative Pretrained Transformer o Transformador Pre-entrenado Generativo. Su introducción, en una era digital de instantaneidad de la información concitó un entusiasmo abrumadoramente mayor que el mostrado con el descubrimiento de la penicilina, la Teoría de la Relatividad de Einstein y la entrada a la era atómica, estrenada con dos bombas nucleares que marcaron el fin de la Segunda Guerra Mundial.
¿Y qué es la IA? La inteligencia artificial funciona mediante el uso de algoritmos y modelos matemáticos que permiten a las máquinas procesar datos, aprender de ellos y tomar decisiones basadas en la información. Estos sistemas imitan habilidades como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción humana.
Cientos de millones de personas en pocos meses iniciaron su uso en prácticamente todas las ramas del conocimiento y actividad humana, mientras que otras aplicaciones de Inteligencia Generativa surgieron, como xAI, la empresa del chatbot Grok, de Elon Musk y DeepSeek, desarrollada en China, ofreciendo similares y hasta superiores ventajas, en velocidad y exactitud de información con modelos de lenguaje avanzado.
Miles de autores y pensadores, de ciencias, filosofía, teología y ética expusieron sus consideraciones de confianza, celebración, dudas o incertidumbre acerca de esta extraordinaria invención, mas, el fenomenal descubrimiento, desarrollo y uso generalizado de la IA –una meta o ideal aspirado y perseguido desde mucho tiempo atrás, resultó más que inevitable, a todas luces imparable, al refinarse y hacerse más eficientes, poderosos y perfectibles sus posibilidades y funcionamiento, con las progresivas contribuciones de los expertos desarrolladores que, en menos de dos años, están logrando un crecimiento y perfeccionamiento exponencial, según expresa el creador de Chat GPT, Sam Altman.
El género humano entendió, por sus aplicaciones e inmensa utilidad, haber entrado al umbral de una nueva era con esta novedosa Piedra Filosofal que, sin transmutar metales burdos en oro, transforma datos e información dispersa y disgregada en refinados, acabados y muy útiles conocimientos al alcance de un clic. Las posibilidades, con el desarrollo de la IA, se avizoran como un horizonte sin límites, de infinitas posibilidades para culminar la mutación que señalara el notable pensador Yubal Harari, convirtiéndonos ´de animales a dioses´: Códices misteriosos de escritura, pertenecientes a civilizaciones antiguas, descifrados; nuevas soluciones matemáticas a problemas nunca antes resueltos; medicamentos novedosos; ideas pragmáticas; soluciones ingeniosas de arquitectura e ingeniería; escenarios y modelos económicos y ambientales; estrategias de defensa; enjundiosos informes y ensayos y hasta obras literarias, todos munidos de aceptable, y hasta muy buena calidad, entre otras cientos de hazañas de orden y bienestar humano que se están logrando con ayuda de la IA. La humanidad siente estar parada justo frente al Paraíso.