Las fusiones del Gobierno y otros cuentos de camino
Cuando la meritocracia cede ante el oportunismo político

Las fusiones gubernamentales han sido presentadas desde el Gobierno como la panacea al problema del "solapamiento institucional", entidades que desarrollan las mismas funciones o por lo menos similares a las de otras.
Los artífices y promotores de esa propuesta le dijeron a la ciudadanía que reagrupando esas instituciones, se tendrá una gestión más eficiente, con menor burocracia y que el Estado se ahorraría unos 25 mil millones de pesos con la fusión de unas 13 instituciones.
Tras el flamante anuncio en septiembre de 2024, muchos incautos vimos la medida como buena y válida, sobre todo porque era una gran oportunidad de disminuir una nómina pública que según el Ministerio de Administración Pública supera los 750,000 empleados, y que 47,049 de estos puestos, fueron creados en 2024, ¿exorbitante, no?
Hoy día, con la fusión de los ministerios de Economía, Planificación y Desarrollo y el de Hacienda, así como la integración de la Administradora de Subsidios Sociales (Adess) al programa Supérate, estamos siendo testigos de una práctica que poco beneficia a la ciudadanía: la desvinculación o cancelación de los técnicos de esas instituciones para dar paso a dirigentes políticos del partido oficialista o a los aliados que aún estaban en el círculo de espera.
Dicho de otra forma, estamos presenciando, cómo puestos que eran ocupados por profesionales de alto nivel o tecnócratas, ahora pasan a ser administrados por personas cuyo gran mérito fue salir a buscar votos para que el PRM se mantenga en el poder.
Con bombos y platillos se celebran las nuevas designaciones de quienes ahora están haciendo honor a esa máxima del cantante y filósofo cotuisano José Virgilio Peña Suazo: "Subido en el palo".
Quienes hoy aúpan una práctica que antes criticaron, deberían recordar que el Estado es mucho más que un "comité de base" del partido de gobierno y sus acólitos, que la meritocracia y la experticia deberían primar sobre el "oportunismo militante" que cambia de colores según soplen los vientos y no menos importante; que el Estado no se ahorrará nada, cambiando a un empleado por otro, incluso menos cualificado.