¿Será justicia lo de Aníbal?
La larga sombra del desorden fiscal en República Dominicana
De largo ejercicio periodístico y diplomático, Aníbal de Castro nos tiene acostumbrados a los inmisericordes aguijones de sus críticas en su refrescante columna ADC/DL. La brillantez de sus juicios es reconocida, pero no siempre tenemos que compartirlos. Un ejemplo de este último caso es la entrega del pasado miércoles titulada "Socialismo sin quererlo". Ahí le enmienda la plana al gobierno de turno por su pródiga repartición de los recursos fiscales entre los segmentos menos favorecidos de nuestra población. Pero, ¿realmente quiénes son los culpables?
Un análisis más riguroso revela que al presente gobierno no se le puede cargar ese muerto del todo. El que haya ampliado el abanico de la protección social, a través de subsidios sociales, pensiones y empleo público, ciertamente es una cobertura sin precedentes. Es también cierto que la ampliación de ese gasto ha dejado las alforjas fiscales exiguas, y tampoco sobra para mejorar significativamente los servicios públicos. No sobra para atender adecuadamente el necesario gasto de inversión, y se entroniza la dependencia del endeudamiento (externo e interno). Todo eso es así.
Lo que hay que discernir es si el actual esquema del gasto público amerita una condena moral o simplemente técnica. Es difícil concluir que la virtud moral de ese esquema de gasto le saca ventaja al de Joaquín Balaguer, quien estrangulaba la protección social para poder gastar más en infraestructura. No es tan difícil concluir, sin embargo, que en los recientes gobiernos del PLD se limitaba la protección social para favorecer, implícitamente, el despilfarro de enormes recursos en corrupción. La largueza del actual gobierno, en cambio, refleja la consigna sempiterna de "Primero la gente".
¿Quiénes verdaderamente son los culpables de la situación actual? Decir que los déficits fiscales, el endeudamiento progresivo y el manejo irresponsable de las finanzas públicas solo ocurren en este gobierno es patentemente injusto. Esos son males que se vienen arrastrando desde que Trujillo pasó a mejor vida. El desorden actual de las finanzas públicas se debe a que los gobiernos anteriores no tuvieron la voluntad política para ordenar la casa. En este gobierno se han logrado avances importantes para equilibrar la balanza, pero los poderes fácticos no han dejado espacio para un progreso mayor.
Resultaría algo frívolo afirmar que la clase política es la única culpable del desbarajuste. Es bien cierto que su afán de protagonismo y codicia del botín del Estado han propiciado en gran medida su comportamiento irresponsable. Pero de mayor peso en el paredón de las culpas es el de los intereses económicos que han bloqueado los intentos de reforma fiscal. A quien no se puede culpar es a los más pobres y vulnerables. Ellos son más bien las víctimas de una economía que no les ofrece oportunidades de redención económica y que los sumerge en las fauces virtualmente inescapables de la desigualdad social.
Nuestro dilecto amigo Aníbal, por tanto, debe ponderar estos comentarios. No tanto para que retracte lo que dijo, sino más bien para estimular su reflexión sobre la noción de justicia como virtud moral. "Es la disposición constante y firme de dar a cada uno lo que le corresponde". El ilustre colega deberá inclinarse a preferir la justicia como equidad, la cual busca un trato justo e igualitario que no delegue en los grandes ricos todas las mieles de la vida. "Primero la gente" es una consigna seria que merece el respeto de quienes vemos en la solidaridad una unción divina de humanidad.