Por el camino del futuro
República Dominicana entra en el mapa estratégico de la industria global del chip
A cualquier despistado le daría por creer que el presidente Abinader habita los cerros de Úbeda o la luna de Valencia cuando insiste en mirar hacia los semiconductores. Al contrario: tiene los pies clavados en la tierra y una lectura correcta del momento geopolítico. El mundo reorganiza sus cadenas de suministro y busca destinos confiables, seguros y cercanos a los grandes mercados. En ese mapa, la República Dominicana no aparece como nota al pie, sino como posibilidad real.
Los semiconductores distan de una moda o un capricho futurista. Son el corazón de la economía moderna. Gobiernan desde los teléfonos hasta los autos eléctricos, desde la medicina hasta la defensa. Nada relevante funciona sin un chip. Cada chip —esa catedral microscópica— requiere decenas de pasos intermedios, componentes, empaques, pruebas, ensamblajes y servicios especializados. Nadie comienza fabricando microprocesadores de vanguardia; pero muchos países se insertan en la cadena aportando piezas, procesos y logística. Nosotros cabemos ahí, al inicio. Donde empieza el ecosistema.
La visita del presidente Abinader a San José, California, para participar en la reunión anual de la industria global de semiconductores, se enmarca justamente en esa visión. No es turismo tecnológico, sino diplomacia económica en estado puro. Reuniones privadas con los CEO, encuentros bilaterales y una presencia en la cumbre de la Semiconductor Industry Association buscan anclar al país en un sector donde solo entran los que generan confianza.
Ya tenemos avances: un marco regulatorio más robusto, infraestructura logística en expansión y un sector privado que entiende la oportunidad. No produciremos chips mañana, pero podemos ser parte del engranaje que los hace posibles. Así comenzó el turismo, así despegaron las zonas francas.
Se trata, otra vez, de crear condiciones y apostar a largo plazo. De repetir, en otra altura, lo que ya sabemos hacer: convertir visión en realidad.

Aníbal de Castro