Ideas que no envejecen
El sueño como forma de resistencia
Hay ideas siempre de moda, inmutables a los giros del calendario porque tocan lo más humano de cada quien. Resisten las estaciones políticas y los eslóganes del momento. Se elevan sobre la inmediatez para recordarnos que la esperanza no prescribe. No necesitan propaganda ni algoritmos: bastan unas pocas palabras bien dichas para que vuelvan a encender la llama interior.
"Imagine there´s no countries..." (Imagínate que no hay países) cantaba John Lennon hace más de medio siglo. Sonaba ingenuo entonces y lo parece aún más hoy, en un mundo cercado por muros visibles e invisibles. Idea poderosa: imaginar, aunque duela, un planeta más justo, más pacífico, más humano.
"I´m a dreamer, but I´m not the only one (Soy un soñador, pero no el único)." Confesión sencilla y convicción profunda: soñar es un vínculo, no un acto solitario. El soñador reconoce su fragilidad, también su pertenencia a una comunidad invisible de personas que, sin conocerse, comparten la esperanza de un mundo más equilibrado. Imaginar la paz, la empatía o la igualdad dista de ingenuidad; es fortaleza moral. El sueño no radica en negar la realidad, sino en mejorarla.
El tiempo pasa, cambian los gobernantes, se redibujan las fronteras, se multiplican las razones para el cinismo. Empero las ideas verdaderas —las que invitan a la compasión, al respeto, a la convivencia— sobreviven al desencanto. Cada generación las mejora un poco y las entrega de nuevo, con la esperanza de que alguien, en algún rincón, las vuelva a creer posibles.
No hace falta reinventar al hombre, sino recordarle que puede ser otro mejor. Que soñar, en medio del estrépito es una forma de resistencia, no un lujo. Que los pequeños gestos de bondad y las convicciones serenas son las únicas revoluciones que de verdad cambian el mundo.

Aníbal de Castro