El país escaló la cumbre diplomática
Una pausa con sentido político
La política internacional rara vez concede treguas. La decisión del gobierno dominicano de posponer la X Cumbre de las Américas, con el apoyo de su creador, los Estados Unidos, confirma que también la diplomacia conoce el valor del aplazamiento. Y del silencio.
Se trata de una medida prudente en un momento de tensiones cruzadas, recelos visibles y un clima que habría convertido el diálogo en un ejercicio formal sin substancia ni avances. Una cumbre es algo más que un calendario y un salón con banderas. Es una disposición interior a escucharse, a trazar rutas comunes y a exhibir madurez hemisférica. Cuando esa atmósfera no existe, lo responsable es reconocerlo.
Se ha actuado con pulso firme y cuidado por el detalle. Nada improvisado. Ningún atajo. La observancia escrupulosa del protocolo revela respeto a los interlocutores y a la arquitectura diplomática que sostiene las relaciones internacionales. Habla, sin estridencias, de un sentido político lúcido. El presidente y el canciller Álvarez han demostrado que la dignidad puede convivir con la serenidad y que el liderazgo se mide también por aquello que se evita en beneficio del interés común, no solo por lo que se ejecuta.
No perdemos con esta decisión. Al contrario. Conservamos la credibilidad como sede confiable y la imagen de país que apuesta por el consenso y las soluciones compartidas. Nada hay más desgastante que una foto vacía o una declaración que se olvida al salir del recinto. Se ha escogido la vía más difícil, la que renuncia al brillo inmediato para ganar tiempo y preservar el espíritu de la Cumbre. A veces, saber esperar es la forma más alta de avanzar. En política exterior, como en la vida, la prudencia sigue siendo una virtud revolucionaria.

Aníbal de Castro