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Redes Sociales

El escenario invisible

(La disputa del diputado)

Las redes sociales han disuelto las fronteras entre lo público y lo privado. Lo que antes se reservaba al espacio íntimo, hoy se expone sin recato en una vitrina global. En esa puesta en escena perpetua, cada gesto, cada palabra y cada silencio parecen exigir una audiencia. La rutina se ha convertido en espectáculo, y todos, queramos o no, somos actores bajo una luz que no se apaga.

Esa exposición constante tiene un precio: la pérdida del secreto, y del sosiego. La intimidad, otrora refugio, ha devenido trampa. Muchos entregan su rutina a las redes como si al hacerlo se aseguraran existencia, como si el ser dependiera del visto y del comentario. Otros, en cambio, esconden su verdad detrás de la máscara del perfil perfecto, creyendo que disimular es protegerse. Olvidan que toda simulación deja huellas y espacio al chantaje.

Las redes sociales atrapan con más facilidad a quienes, en funciones públicas, pretenden definirse en el anonimato. Es la contradicción de aquellos que, pese a la visibilidad del cargo, buscan un respiro sin comprender que en la sombra digital no hay refugio, solo otro espejo. Nadie escapa de su realidad, y menos aún cuando el escenario no tiene cortinas.

No solo vanidad o ingenuidad tecnológica. Hay una necesidad más profunda, casi metafísica, de dejar constancia, de no diluirse en la multitud. En ese impulso humano anida la paradoja de nuestro tiempo: exhibirnos para sentirnos reales y, paradójicamente, perdernos en la infinidad de reflejos.

Vivimos, quizá inadvertidamente, en una inmensa representación donde el pudor parece un vestigio de otra era. El espectáculo continúa sin descanso, y nadie sabe bien si seguimos actuando por elección, porque el escenario nos ha devorado y un aprovechado nos ha atrapado.

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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.