Talento nuevo, ideas viejas
El desafío de desmontar los engranajes del clientelismo
De poco vale rodearse de talentos independientes si se les amarra con los mismos hilos clientelares que han corrompido nuestra política. El presidente Abinader se ha abierto a figuras fuera del PRM, gesto loable en apariencia. Empero, gente nueva no basta si el guion es viejo. La partitura sigue siendo la misma: favores, cuotas, lealtades forzadas, el Estado como premio y no como proyecto.
El país no necesita rostros distintos para reproducir la costumbre, sino cabezas capaces de cambiarla. Y ahí está la trampa. Se nombra a técnicos, académicos y empresarios, pero permanecen inalterables las reglas diseñadas para contentar a comités, asegurar reelecciones o engrasar maquinarias partidarias. El talento reclutado se vuelve accesorio, reducido a justificar lo de siempre con un aire de novedad.
El resultado es una ilusión de modernidad que no transforma nada. Los que de verdad saben se frustran; los que de verdad mandan siguen en lo suyo, y la sociedad contempla cómo el "cambio" se convierte en maquillaje aplicado sobre la misma piel cansada.
Gobernar con los mejores no es ponerlos en nómina. Es permitirles gobernar distinto. Para eso se requiere algo más que audacia retórica: se necesita voluntad de desmontar los engranajes del clientelismo, dejar atrás las inercias de siempre y apostar por un nuevo contrato social.
El gobierno debe despojarse de sus miedos y emprender reformas con la profundidad indispensable: la laboral, para superar la rigidez y la informalidad que condenan a millones; la de pensiones, para garantizar un retiro digno; la fiscal, para que todos paguen lo que corresponde y el gasto público rinda frutos; la educativa, para que la excelencia se vuelva realidad.
La popularidad es pasajera, los cambios estructurales no. Lo demás es decorado, y el decorado en política engaña apenas un instante.