Los EE. UU. da señales de acción inminente en el suelo venezolano
Cuatro altos funcionarios confirmaron a Reuters que la administración Trump está a días u horas de activar una nueva fase contra Gobierno de Maduro

Estados Unidos parece haber entrado en una fase decisiva de su estrategia contra el Gobierno de Nicolás Maduro: advertencias aéreas severas, un inusual despliegue militar en el Caribe y una ola creciente de cancelaciones de vuelos internacionales han convertido el espacio aéreo venezolano en una zona casi desierta.
En Washington, cuatro altos funcionarios confirmaron a Reuters que la administración Trump está a días -o incluso horas- de activar una "nueva fase de operaciones", con planes que van desde acciones encubiertas hasta opciones más agresivas que la Casa Blanca todavía no descarta.
La señal más visible de esta escalada provino el viernes, cuando la Federal Aviation Administration (FAA) emitió una alerta urgente a pilotos y aerolíneas sobre una "situación de seguridad que se deteriora rápidamente" en torno al espacio aéreo venezolano.
La advertencia, que menciona actividad militar intensificada y riesgos a "todas las altitudes", no prohíbe los vuelos, pero sí elevó el nivel de precaución al máximo operativo. El impacto fue inmediato: en menos de 48 horas, las principales aerolíneas de la región comenzaron a retirarse.
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Las agencias AP y Reuters confirmaron que al menos seis aerolíneas internacionales suspendieron rutas de forma indefinida: TAP Air Portugal, LATAM Airlines, Avianca, Iberia, Gol Linhas Aéreas y Caribbean Airlines. A ellas se sumó Turkish Airlines, que anunció la cancelación de todos sus vuelos Estambul-Caracas entre el 24 y el 28 de noviembre.
LATAM canceló su conexión Caracas-Bogotá en rutas ya programadas, mientras Avianca interrumpió operaciones hacia Maiquetía. Iberia, por su parte, comunicó que suspende todos sus vuelos comerciales a Venezuela hasta nuevo aviso. Con estas decisiones, Venezuela pierde prácticamente toda su conectividad aérea de largo alcance.
El factor técnico refuerza el temor: el Washington Post reportó que desde septiembre se registran interferencias intermitentes en los sistemas de navegación satelital (GNSS) cerca de Venezuela -fallas críticas que, combinadas con movimientos militares, elevan el riesgo operativo. Las aseguradoras aeronáuticas también comenzaron a reevaluar coberturas, un paso que generalmente antecede suspensiones más amplias.
Despliegue militar en el Caribe
En paralelo, el Caribe vive un despliegue militar sin precedentes recientes. Barcos de asalto, destructores, aeronaves de vigilancia y unidades de guerra electrónica estadounidenses operan desde Puerto Rico hasta las proximidades de aguas venezolanas.
Según funcionarios consultados por Reuters, los movimientos buscan "disuadir amenazas" y reforzar operaciones antinarcóticas, pero admiten que también cumplen funciones de "posicionamiento operacional", un término que en el argot del Pentágono describe la preparación de condiciones para una acción inmediata.
En medios de seguridad y diplomacia, la secuencia -advertencias aéreas, cielos despejados, retiro de aerolíneas, despliegue naval- plantea un patrón conocido. Antes de los bombardeos en Libia en 2011, la FAA había alertado a las aerolíneas sobre el deterioro de la seguridad en el Mediterráneo.
En Siria, en 2014, emitió avisos similares antes de las primeras incursiones contra el Estado Islámico. Incluso en Irak, días antes de la invasión de 2003, EE. UU. ajustó la clasificación de riesgo para vuelos comerciales en la región. En todos esos escenarios, el despeje del tráfico civil fue un elemento clave para operaciones militares posteriores.
Según Reuters, el plan estadounidense contempla un primer paso que incluye operaciones encubiertas contra figuras clave del círculo de Maduro, orientadas a desarticular redes de seguridad, finanzas y logística.
Dos funcionarios confirmaron que la Casa Blanca ha discutido incluso "opciones de cambio de régimen", aunque públicamente Washington insiste en que su objetivo es frenar el narcotráfico. "El presidente Trump está dispuesto a usar todo el poder estadounidense", declaró una de las fuentes de alto nivel.
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Uno de los movimientos más significativos podría concretarse hoy, cuando EE. UU. prevé designar al Cártel de los Soles como organización terrorista extranjera. La medida permitiría afectar activos, infraestructura y personal vinculado a ese entramado dentro y fuera de Venezuela, ampliando sustancialmente el rango de acciones posibles.
El secretario de Defensa, Pete Hegseth, afirmó recientemente que la designación "abre un abanico de opciones" para Washington.
Caracas acusa a Washington de orquestar un "pretexto para la agresión" y sostiene que la crisis aérea responde a una campaña de miedo. Sin embargo, analistas regionales advierten que la combinación de advertencias, interferencias electrónicas, despliegue militar y retiro de aerolíneas configura un escenario de riesgo real. La posibilidad de un choque accidental aumenta conforme se densifica la actividad militar en el Caribe.
La región observa con preocupación
Las cancelaciones ya afectan conexiones comerciales, rutas turísticas y operaciones logísticas. Países como R. Dominicana, Trinidad y Tobago, Colombia y las Antillas neerlandesas monitorean un tablero que cambia por horas.
La pregunta ya no es si EE.UU. aumentará la presión sobre Caracas, sino cuánto, cuándo y cómo. Los cielos despejados sugieren que Washington no quiere testigos.

Pese a su retórica desafiante, la capacidad real de Venezuela para resistir una acción militar de Estados Unidos es limitada. El país conserva un aparato militar numeroso -alrededor de 120,000 efectivos entre Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), milicias y cuerpos especiales- pero con equipos envejecidos, escasez de piezas de repuesto y una cadena logística debilitada por años de sanciones. Sus sistemas antiaéreos de origen ruso, incluidos los S-300, representan su activo más sensible, aunque especialistas coinciden en que el entrenamiento, el mantenimiento y la integración operativa están lejos del nivel requerido para enfrentar una fuerza de ataque estadounidense.
El punto más fuerte del chavismo no es su armamento sino su inteligencia interna, muy influenciada por Cuba desde la llegada de Hugo Chávez al poder. La presencia de asesores cubanos en áreas de contrainteligencia, comunicaciones y protección del círculo presidencial es ampliamente documentada. Según fuentes de seguridad regional, La Habana ha sido clave para blindar a Maduro, reorganizar el SEBIN y estructurar mecanismos de vigilancia social que impiden fracturas internas. La red cubana -mucho más profesional y disciplinada que sus contrapartes venezolanas- aporta lo que la FANB no puede garantizar: control político, alerta temprana y lealtad forzada.
En un escenario de ofensiva estadounidense, Venezuela podría ofrecer resistencia puntual y dispersa, especialmente desde unidades de élite y grupos irregulares aliados. Pero frente a una operación aérea o naval de escala limitada, su estructura militar difícilmente aguantaría más que unos días. La ecuación estratégica es clara: sin Cuba, Maduro pierde ojos y oídos; sin una aviación efectiva, pierde capacidad de respuesta; y sin logística, pierde tiempo. La superpotencia tiene ventaja absoluta en todos esos frentes.
