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Las exenciones fiscales no son el problema, son el síntoma

El círculo vicioso de las exenciones, istorsiones, costos y la necesidad de simplificación

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Las exenciones fiscales no son el problema, son el síntoma
La gran demanda de exenciones fiscales en República Dominicana es una prueba categórica de que el actual régimen tributario es altamente penalizador y disfuncional. (SHUTTERSTOCK)

Entendemos que el tratamiento a las leyes que otorgan exenciones fiscales debería considerar el porqué de la dinámica de demanda de estas por parte de agentes económicos que residen o realizan actividades económicas en el país. Sin rodeos, es necesario preguntarse: ¿qué falla en el sistema que hace que sin los beneficios de las llamadas leyes de incentivo prefirieran llevarse sus capitales a otras economías o no traer las inversiones a República Dominicana?

Lo primero es estar claros en que el otorgamiento de privilegios en forma de leyes es un reflejo de distorsiones del orden institucional por cuanto tienden a beneficiar a algunos miembros de la sociedad sobre otros. Sin embargo, es imprescindible entender que las exenciones son la prueba categórica de que el régimen tributario de República Dominicana es altamente penalizador, ya que la única manera de realizar grandes inversiones es con una suerte de salvavidas tributario.

En segundo lugar, e igual de relevante, la demanda de estos beneficios refleja la existencia de costos introducidos por mercados distorsionados. Legislaciones y normas, y diseño, hacen que el mercado laboral, el eléctrico, el de hidrocarburos, el de transporte de carga, y otros, encarezcan vivir y hacer negocios en el país. Por igual, prevalecen instituciones que mantienen costos de transacción altos, como la gestión de permisos o trámites, y mora y costos de resolución de conflictos en el sistema judicial. 

La demanda de exenciones, en resumen, refleja los costos y las distorsiones que imponen leyes y regulaciones.

Es necesario tener mucho cuidado sobre cómo se hace el abordaje específico de las exenciones en alguna modificación futura al sistema tributario. Se debe reformar, lo que es lo mismo que crear un régimen más simple para el contribuyente y para la administración tributaria que reduzca incentivos para la evasión, la elusión fiscal y la informalidad. Esto se lograría disminuyendo tasas impositivas y eliminando impuestos altamente distorsionadores y de baja recaudación, y simplificando los trámites tributarios. 

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Infografía

Para tratar las exenciones hay que mirarse en el espejo y reconocer que el sistema tributario es altamente complejo: genera informalidad, incentiva la evasión y la elusión y motiva que existan leyes y contratos de exenciones y exoneraciones fiscales. En consecuencia, tenemos un sistema tributario que no funciona. 

Si el sistema tributario fuera un instrumento para generar competitividad, como lo han implementado otros países, no tendríamos las distorsiones creadas por estos llamados incentivos para las inversiones y las exenciones en impuestos como el ITBIS. El sistema tributario está roto y es necesario arreglarlo, no seguirle poniendo remiendos o parches.

Un sistema de instituciones que facilita la cooperación voluntaria entre los individuos y la coordinación de sus actividades en los mercados, propicia la creación de más bienes y servicios, empleo, ahorro e inversión. Es decir, cuando las instituciones, entre ellas el sistema tributario, están pensadas para que las personas coordinen sus esfuerzos, se fortalece la cohesión social. La llamada paz social surge de manera espontánea, y así se mantiene. Siempre debemos tener presente que las relaciones de intercambio libre y voluntario fortalecen la unidad de las personas. Este, y no otro, es el camino al crecimiento sostenido. No lo es el de la imposición de leyes y normas que provocan distorsiones que luego hay que perder tiempo en corregir y que, en consecuencia, retrasan el avance hacia la prosperidad. 

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Una colaboración del Centro Regional de Estrategias Económicas Sostenibles (Crees).

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