Pensiones resisten en tiempos de Airbnb: opción barata, pero sin comodidades para los sin techo
Vivir por 150 pesos la noche: así sobreviven las pensiones en barrios marginados de Santo Domingo

En tiempos de Airbnb y proyectos inmobiliarios que compiten entre sí, las pensiones, esos pequeños espacios de alojamiento que se utilizan para pernoctar desde una noche, una semana o hasta años, siguen siendo una opción de bajo costo para un sector de la población que las demanda.
Una habitación en una pensión, en la mayoría de los casos, solo cuenta con una cama y un abanico, siendo este último una de las pocas comodidades que ofrecen.
Julio Sánchez es cliente de una pensión en la avenida Padre Castellanos. Para él, son lugares que resuelven problemas a muchas personas. "Tengo cinco años en esta pensión. No tiene toda la comodidad que uno quiere, pero por lo menos es un lugar donde dormir seguro y sin mojarse", dijo.
Las pensiones se diferencian de un apartaestudio porque no cuentan con cocina, carecen de mobiliario y de servicios (excepto agua y energía eléctrica), no hay compromiso de limpieza interna, el precio es el más barato del mercado y por lo regular, están disponibles en barrios, cerca de mercados o plazas populares.
Son estructuras de tres y cuatro niveles, subdivididas en el interior; algunas administradas y otras gerenciadas por sus propietarios. Por lo regular, los dueños son personas que viven fuera del país, en provincias o en la ciudad, pero que solo cobran por el uso de sus inmuebles.
La mayor parte de las pensiones están ubicadas en los alrededores de mercados como el de la avenida Duarte; el Modelo, de la avenida Mella; el de la Padre Castellanos o La 17; San Vicente de Paúl, en Los Mina; en los alrededores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y de la Ciudad Colonial.
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Su costo
El precio varía dependiendo de las condiciones estructurales y del lugar. En la avenida Padre Castellanos o La 17 existen al menos seis edificios dedicados a pensiones. La mayoría carece de letreros y son de los más económicos. Por una noche, el cliente puede pagar entre 150 y 250 pesos.
¿Cuánto se paga?
En otros lugares, como en los alrededores del mercado de la Duarte, una noche puede costar entre 400 y 450 pesos, o en la San Vicente de Paúl, en Los Mina, el precio varía desde 400 hasta 700 pesos la noche.
La mayoría tiene su baño particular y en el caso de los abanicos, de acuerdo con los propietarios, en algunos casos los quitan porque existen clientes que se los llevan.
Un joven que rehusó dar su nombre comentó que tuvo problemas con su familia y decidió irse de la casa. Dice sentirse bien hasta ahora. "He conocido gente buena aquí, pero hay otros que no son muy buenos. Duran poco y se van porque no se ajustan a las reglas de los jefes", expresó.
Hay pensiones que tienen una cocina y una nevera común, pero su precio sube hasta mil pesos por día. Algunos clientes prefieren pagar todas las semanas. Si es más de un día, el precio varía, siempre hacia la baja.
El administrador de uno de esos edificios, que no quiso ser identificado, explicó que hay clientes que pagan cada día, pero también los hay que prefieren hacerlo cada semana, cada 15 días o mensual.
Los requisitos para que una persona sea aceptada son: copia de la cédula y número de teléfono de una persona allegada (por si pasa algo). No se acostumbra la firma de contrato y, en la mayoría de los casos, el huésped es depurado para verificar que no tenga antecedentes penales, que no sea consumidor de drogas ni persona ruidosa o irrespetuosa.
La mayoría son recomendados por clientes fijos, gente tranquila y decente que tienen amistades o conocidos a quienes sugieren buscar habitación en ese lugar. Se indaga de dónde proviene, si trabaja y qué garantiza el pago.
Los clientes
"Son chiriperos que venden frutas, víveres, limpiavidrios o extranjeros que trabajan en construcción. Ese es el tipo de gente que demanda este servicio", dijo el administrador de una pensión. Informó que la mayoría son hombres mayores, dominicanos, pero también hay muchos haitianos, y en una época hubo venezolanos, colombianos y, en menor medida, estadounidenses.
Un denominador común de casi todas las pensiones es que no aceptan mujeres. Las razones, explican, son las mismas: "Las mujeres son más problemáticas que los hombres porque hay que cuidarlas más, protegerlas y son más respaldadas por las leyes".
En algunas pensiones solo se permiten mujeres si acompañan al cliente por una noche o un par de días, no permanente.
Algunos edificios son inspeccionados por la Alcaldía, que cobra los arbitrios, según informan administradores, pero también Salud Pública supervisa.
Hay pensiones que solo albergan haitianos, como en el caso de una en la avenida Padre Castellanos, donde es frecuente la presencia de agentes de la Dirección General de Migración en busca de indocumentados.
Otras, como la que administra Tony, un señor de Villa Agrícolas, no aceptan haitianos, solo dominicanos u otras nacionalidades como venezolanos.
Al preguntarle por qué, respondió que tienen problemas para cumplir las reglas. "Aunque tengan su baño, se orinan en el área común y no dejan dormir", enumeró entre otras razones.
Históricamente, las pensiones son alojamientos pequeños, en localidades marginadas y de bajo costo, que se ofrecen a personas particulares, principalmente hombres que quieren vivir solos y que no tienen techo ni familia.
Para algunos propietarios es un negocio que, aunque no tan rentable, deja beneficios por el bajo costo operacional y los reducidos servicios que se ofrecen.
No existen estadísticas de la cantidad de pensiones que existen en el Gran Santo Domingo, ni las normas de construcción, tampoco de los servicios que deben ofrecer a los usuarios. Cada pensión se maneja como un negocio particular, sin regulaciones, excepto casos especiales. Históricamente las autoridades no han dado importancia a ese sector importante, a pesar de que algunas alcaldías les cobran impuestos a sus propietarios. La gente convive con lo básico, y dependiendo del lugar o las condiciones de infraestructura o servicio, el precio puede variar.
La mayoría son utilizadas por personas que solo van a dormir debido a que se pasan el día en la calle en trabajos formales e informales o son estudiantes de provincias los cuales no tienen familiares en la ciudad.