Los pequeños pasos
Una acción diaria, por mínima que sea, es una prueba silenciosa de que seguimos avanzando.

En los últimos días he conversado con varios pacientes en sesiones de motivación personal con quienes se ha repetido un mismo tema: la sensación de no estar avanzando hacia aquello por lo que luchan.
A veces llegamos a un punto en el que, casi sin darnos cuenta, pasamos gran parte del tiempo quejándonos de lo que nos falta. Vivimos con la mirada fija en la meta, como si el logro final fuera lo único que importara.
La paradoja del cambio
Reconocer los logros del camino
El problema es que, al enfocarnos tanto en el objetivo, terminamos ignorando lo que el recorrido implica.
Completar una meta es maravilloso; la sensación de éxito es indescriptible. Pero también es importante reconocer los errores cometidos en el trayecto, las veces que ese objetivo te puso a prueba y cómo, gracias a ello, nadie llega siendo la misma persona que era al inicio.
El camino te moldea, te exige, te enseña y, poco a poco, te transforma en alguien digno de alcanzar aquello que tanto deseas.
Es como cuando el vehículo pincha una goma: solo en ese momento tenemos la oportunidad de sacar el gato y comprobar si realmente funciona bien, qué tanto sabemos usarlo o incluso recordar que no tenemos uno en el baúl.
Hasta que algo no se pone a prueba, no sabemos de qué está hecho ni comprendemos sus fallas. La eficiencia de tus recursos nunca podrá evaluarse si no los usas.
Y sí, la idea de tener un seguro (sea de salud o de vehículo) es, en teoría, no tener que usarlo nunca, pero el día que lo necesitas descubres su verdadero valor... y no sólo qué cosas quieres mejorar de ese recurso, también las que no te gustan.
Los logros son necesarios y, sin duda, emocionantes. Sin embargo, en el proceso no podemos descuidar todo lo que sucede mientras avanzamos.
Que el ojo que tienes puesto en el "gran día" no te robe la mirada sobre esos pequeños triunfos cotidianos: una conversación productiva, una decisión difícil que tomaste bien, un hábito que lograste mantener, aprobar un examen, cerrar un acuerdo.
Porque al final, esos pasos diminutos no son adornos del trayecto: son el trayecto. Y es precisamente en ellos donde se construye la persona capaz de sostener el éxito cuando llegue.
Celebrar los pequeños avances
Cuando solo pensamos en el objetivo, corremos el riesgo de vivir en una constante insatisfacción. El presente se convierte en un simple medio para un fin, y olvidamos que la vida es lo que está sucediendo ahora, no en un futuro hipotético.
Celebrar los pequeños avances es lo que nos mantiene motivados y enfocados, incluso en los días en que la meta parece lejana.
A veces, esos pasos que parecen insignificantes son los que nos evitan el abandono. Una acción diaria, por mínima que sea, es una prueba silenciosa de que seguimos avanzando.
Y si lo piensas bien, la suma de esos pequeños momentos y retos es lo que realmente nos lleva a la meta, mucho más que cualquier salto grande y repentino.
La verdadera victoria no ocurre en la línea de llegada, sino en cada día que eliges seguir adelante. Porque los pequeños pasos son esa constancia silenciosa que no recibe aplausos, pero que fragua la grandeza.