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Ser padre es una forma única de habitar el amor

Aunque el concepto de paternidad ha cambiado con el tiempo, lo que no lo ha hecho es el valor de esa figura cuando está bien ejercida

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Ser padre es una forma única de habitar el amor
Ser padre no es solo un título, es una forma única de habitar el amor. (SHUTTERSTOCK)

La semana pasada hice a varias personas una pregunta sencilla en apariencia, pero profunda en implicaciones:

  • ¿Qué significa para ti la figura paterna?

Recibí respuestas muy variadas, algunas cargadas de gratitud, otras de ausencia; algunas marcadas por el afecto y otras por heridas profundas que aún no terminan de cerrar.

Estoy convencida de que, al hacer esta misma pregunta a los lectores de esta columna, ocurriría exactamente lo mismo.

Diferentes realidades de la paternidad

Y es que hablar de paternidad es hablar de realidades múltiples desde muchos frentes.

En gran parte de nuestra cultura, cometemos el error de repetir con naturalidad la frase "tu madre te dio la vida", como si ese acto de creación solo bastara, como si el padre fuese una figura lejana, secundaria o prescindible. Pero ser padre es, o debería ser, mucho más que una contribución genética.

Ser padre implica presencia, compromiso, ternura y guía.

Va mucho más allá de solo aportar tus genes para traer al mundo a un ser humano, sino apoyarlo incondicionalmente mientras forja su propio camino. Significa estar, mirar, sostener... incluso cuando nadie más lo nota.

Y aunque el concepto de paternidad ha cambiado con el tiempo, lo que no cambia es el valor de esa figura cuando está bien ejercida: un padre que escucha, que acompaña, que pone límites desde el amor, que enseña sin imponer, y que ofrece un refugio emocional sin que haga falta pedirlo.

Esta columna es una felicitación sincera y un abrazo simbólico a todos esos padres que ejercen su rol desde el corazón:

  • A aquellos padres que abrazaron a sus hijos en el alma desde antes de nacer. A los hombres que eligieron ser padres de hijos que no engendraron, pero a quienes entregan su vida con igual devoción.
  • A los padres exigentes que, con el paso del tiempo, se convirtieron en abuelos dulces y sabios. A esos hombres quienes cada día acompañan en silencio a sus hijos adultos, mientras ellos intentan encontrar su propio camino en la vida. A los que estuvieron presentes cuando hizo falta decir: "Estoy orgulloso de ti", o cuando el mundo se volvió difícil y alguien necesitaba simplemente escuchar: "Tranquilo, todo va a estar bien".
  • Este texto también es para los padres que han sentido culpa o dudas, porque ser padre, como ser madre, es una tarea para la que nadie está completamente preparado. Pero si en su corazón sienten que han dado lo mejor, si han elegido estar y amar a su manera, inflen el pecho con orgullo: es una cosa maravillosa poder llamarse "papá" de alguien.
  • Y para quienes no han tenido la fortuna de tener un "buen padre" o un padre presente, que este sea un recordatorio de que la paternidad también puede reconstruirse: con figuras que llegan más tarde, con hombres que deciden ser referentes, o incluso con el amor propio que aprendemos a darnos cuando faltó ese amor original.

Porque ser padre no es solo un título.

Es una forma única de habitar el amor.

Y eso, cuando es real, deja huella para siempre.

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