¿Por qué nos cuesta tanto soltar a quien nos hace daño?
Romper el ciclo, cómo salir de una relación tóxica y empezar a sanar

Muchos saben que están en una relación que duele, que les hace sufrir, pero no logran salir, es como si estuvieran atados a ella.
¿Por qué ocurre esto, si están sufriendo más de lo que disfrutan? Porque soltar a alguien que nos lastima no es solo dejar a una persona, es romper con un ciclo emocional que viene de mucho más atrás.
A esto se le llama apego insano. Desde pequeños, muchas veces aprendemos que el amor viene acompañado de dolor, que estar cerca de alguien significa sufrir o que cuidar a alguien es controlar su vida. Y cuando crecemos, seguimos repitiendo esas mismas relaciones, sin darnos cuenta.
Nos quedamos con lo que ya conocemos, aunque nos haga daño, porque tenemos miedo de lo que no conocemos. Nuestra mente prefiere lo que le resulta familiar, aunque nos haga sufrir.
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Además, están los vacíos emocionales: muchas personas no se sienten completas por dentro, y buscan en la pareja que les dé valor, identidad o felicidad. Se aferran porque sienten que, sin esa relación, no son nada. El miedo a la soledad se vuelve más fuerte que el dolor que esa persona causa.
Y por si fuera poco, existe una especie de “adicción emocional”. Así como una droga alivia temporalmente el malestar, una relación tóxica tiene momentos de calma que parecen amor, y eso engancha. Las promesas de cambio, los momentos buenos y las reconciliaciones alimentan la esperanza de que “esta vez sí será diferente”.
Soltar para sanar
Pero la verdad es clara: quien hoy daña, mañana también puede dañar. Soltar no es egoísmo, es amor propio. Es reconocer que merecemos paz y respeto. Pero no siempre es fácil, va a doler, pero te traerá paz.
A veces necesitamos ayuda para romper esos patrones, ya sea en terapia, en la fe, en un grupo de apoyo o hablando con alguien que nos acompañe sin juzgar.
Soltar no significa dejar de amar, significa dejar de permitir el daño. Es abrir la puerta a una vida más sana, aunque al principio duela caminar solo.
Quedarse por costumbre o miedo solo alarga el sufrimiento. Soltar, aunque duela, es el primer paso para sanar.