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C.A.M.B.I.O: cortar con lo viejo para dar paso a lo nuevo

Cambiar no debería verse como una señal de fracaso, sino como una forma de crecimiento.

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C.A.M.B.I.O: cortar con lo viejo para dar paso a lo nuevo
El cambio no debería verse como una señal de fracaso, sino como una forma de crecimiento. (SHUTTERSTOCK)

Increíblemente este 2025 decidí plasmar en mi "visión board" la palabra CAMBIO, en grande y como palabra central de la que accionaría en los distintos roles de mi vida... estaba consciente de que, para querer resultados diferentes, tenía que hacer cosas diferentes, por lo tanto, mi vida ameritaba un C.A.M.B.I.O.

Recientemente quise volver a ver la película Comer, Rezar, Amar con Julia Roberts, porque en ella recordaba que había revolucionado su vida porque se sentía perdida. Esa sensación de ruina emocional fue el impulso para iniciar a transformarse.

Abandonó su rutina, su país, su relación, y emprendió un viaje físico y espiritual que la llevó a descubrir nuevas versiones de sí misma en Italia, India e Indonesia. Lo dejó todo para reencontrarse consigo misma. Y en ese viaje, como en la vida real, el cambio no fue instantáneo ni cómodo.

Fue lento, a veces doloroso, pero profundamente liberador.

De esta película me resonó la siguiente frase: "La ruina es el camino a la transformación". Puede sonar dura, incluso dolorosa. Pero quienes hemos enfrentado pérdidas, crisis o decisiones difíciles sabemos que muchas veces es justo en medio del derrumbe donde nacen las verdaderas oportunidades para reconstruirse.

Qué significa cambiar

El cambio es una palabra que escuchamos a diario. La repetimos como consigna motivacional, la vemos en campañas publicitarias, en libros de autoayuda o discursos empresariales. Pero cuando el cambio nos toca personalmente, cuando lo vivimos en carne propia, es otra historia.

Cambiar implica soltar, cerrar ciclos, tomar decisiones que nos sacan del terreno cómodo. Y eso, por más necesario que sea, también duele.

Ya hace un tiempo sabía que cambiaría de ciudad, estoy recién llegada a la zona de Punta Cana. Dejé atrás un trabajo en el que había invertido años y creado vínculos de amistad y hermandad (esta es otra historia para reflexionar que más adelante compartiré).

Me estoy enfrentando a una ciudad nueva, una rutina nueva y a la incertidumbre de tener que comenzar de cero. No ha sido fácil. He sentido y aún lo siento miedo, dudas, ansiedad inmensa. Pero he entendido que este movimiento no es una pérdida, sino una posibilidad.

Cambiar no siempre significa huir ni rendirse. A veces, cambiar es precisamente el acto más valiente que podemos hacer. Una persona debe cambiar cuando lo que tiene ya no le da paz. Cuando el lugar en el que está le queda pequeño. Cuando el alma comienza a sentirse estancada, silenciosa, sin rumbo.

El cambio puede ser provocado por muchos factores: una situación insostenible, una pérdida, una traición, una oportunidad inesperada o, simplemente, una necesidad interna que ya no se puede ignorar. Lo importante es entender que no siempre se elige cambiar desde la abundancia.

Muchas veces se cambia desde la ruina. Desde el colapso. Desde el agotamiento. Y eso también está bien.

No todo cambio es glamoroso. Muchos comienzan en el silencio, en el llanto escondido, en la renuncia dolorosa, en el miedo de dejar atrás lo conocido. Pero también desde ahí se abre la posibilidad de transformarse, de encontrarse, de volver a empezar.

No siempre hay que cambiarlo todo. A veces basta con mover una pieza para que todo lo demás se ordene distinto. Pero hay cambios que requieren un quiebre más profundo: cambiar de entorno, de relaciones, de trabajo, de forma de pensar.

Cambiar también puede ser, simplemente, una manera de volver a uno mismo, de recuperar lo que hemos descuidado por años.

Acompañar a alguien que está atravesando un cambio profundo es un acto de empatía. No se trata de aconsejar desde afuera o de minimizar el proceso. Se trata de estar presentes sin juzgar. De escuchar sin interrumpir. De respetar el ritmo del otro, aunque no lo entendamos del todo.

A veces, un mensaje de aliento, una llamada inesperada o simplemente un "aquí estoy" puede marcar la diferencia en la vida de quien lo dejó todo atrás para empezar de nuevo.

El cambio, para crecer

Cambiar no es solo una decisión práctica. Es una transformación emocional. Es despedirse de una versión de uno mismo para darle paso a otra. Es reconstruir la identidad, redefinir la vida, y hacerlo, muchas veces, sin garantías ni certezas.

Vivimos en una sociedad que exige constancia, éxito y resultados. Pero poco se habla de los momentos de pausa, de los reinicios, de los vacíos necesarios para reencontrarnos. Cambiar no debería verse como una señal de fracaso, sino como una forma de crecimiento.

Así como las plantas necesitan podarse para florecer con más fuerza, las personas también necesitan, de vez en cuando, cortar con lo viejo para dar paso a lo nuevo.

Que nunca nos falte la valentía para cambiar cuando sea necesario. Que aprendamos a ver la ruina no como un final, sino como el terreno fértil donde puede germinar una nueva versión de nosotros mismos. Y que siempre, siempre, recordemos que acompañar a quien cambia es también una forma de amar.

TEMAS -

 Periodista y mamá de Adrián. Apasionada de la producción televisiva, encuentra en la escritura su forma más auténtica de expresarse. Rigurosa con el uso del lenguaje y la ortografía, cree firmemente en el poder de las palabras bien dichas. Tiene más de 15 años de experiencia en comunicación corporativa y relaciones públicas.