¿Dióxido de cloro como tratamiento médico?
En los últimos años ha surgido controversia debido a su promoción como tratamiento para diversas enfermedades en humanos, una práctica que carece de respaldo científico y ha generado alertas en la comunidad médica

El dióxido de cloro (ClO2) es un compuesto químico utilizado principalmente como desinfectante en el tratamiento de agua potable y en procesos industriales como el blanqueo de papel.
Su eficacia radica en su potente capacidad oxidante, que le permite eliminar microorganismos patógenos en ambientes controlados.
Sin embargo, en los últimos años, ha surgido controversia debido a su promoción como tratamiento para diversas enfermedades en humanos, una práctica que carece de respaldo científico y ha generado alertas en la comunidad médica.
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Origen de la controversia
Andreas Ludwig Kalcker, un ciudadano alemán residente en Suiza, ha sido uno de los principales promotores del dióxido de cloro como solución terapéutica.
A pesar de no contar con formación científica acreditada, Kalcker ha difundido el uso del dióxido de cloro bajo el nombre de "Solución Mineral Milagrosa" (MMS, por sus siglas en inglés), afirmando que puede curar enfermedades como el cáncer, el sida, el autismo, la hepatitis, la diabetes y, más recientemente, la COVID-19.
Estas afirmaciones han sido ampliamente desacreditadas por la comunidad científica y han llevado a investigaciones y acciones legales en su contra en varios países.
Evidencia científica
La comunidad científica y las agencias de salud han evaluado las afirmaciones sobre los beneficios terapéuticos del dióxido de cloro y han concluido que no existen pruebas que respalden su eficacia en el tratamiento de enfermedades en humanos. Por el contrario, su consumo puede ser peligroso y ha sido asociado con efectos adversos graves.
La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha advertido sobre los riesgos significativos para la salud derivados del consumo de soluciones de dióxido de cloro, señalando que pueden causar dolor abdominal, náuseas, vómitos, diarrea, deshidratación, insuficiencia renal, anemia hemolítica y metahemoglobinemia.
Estudios toxicológicos han demostrado que la exposición a altas concentraciones de dióxido de cloro puede generar estrés oxidativo y daño a los eritrocitos, debido a la reducción de los niveles de glutatión, lo que deja a las células vulnerables a la acción de radicales libres.
El dióxido de cloro es un desinfectante eficaz en aplicaciones industriales y en el tratamiento de agua potable en concentraciones controladas. Sin embargo, su uso como tratamiento médico no está respaldado por evidencia científica y puede representar riesgos significativos para la salud.
Las afirmaciones de individuos como Andreas Kalcker carecen de fundamento científico y han sido objeto de advertencias por parte de autoridades sanitarias internacionales. Es esencial que la población se base en información científica rigurosa y consulte a profesionales de la salud antes de considerar tratamientos no aprobados.