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Un regalo extraordinario

Cuando lo espiritual es más importante que lo material, entonces esta época comienza a revelarse en su verdadera esencia

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Un regalo extraordinario
Cuando lo espiritual es más importante que lo material, entonces la Navidad comienza a revelarse en su verdadera esencia. (SHUTTERSTOCK)

La época navideña es frenética. La gente anda corriendo entre un tráfico imposible para poder completar los mil y un pendientes que se suman a la fecha. En los supermercados, en las tiendas y en la calle no cabe nadie. Para algunos, la razón de la celebración se diluye en fiestas, comida y tragos.

Pero hay otra gente con mucha suerte. Han salido de la trampa para encontrar una forma diferente de vivir la Navidad que trasciende lo banal y lo inmediato para enfocarse en lo esencial y verdadero.

Son personas que generalmente han celebrado muchas pascuas y, en el camino, han encontrado un propósito vital y una fe que los define.

Son esos afortunados capaces de mirar hacia atrás con una sonrisa a pesar de las pruebas y los errores del pasado, aquellos que aprendieron a amar con un corazón que también aprendió a perdonar. Para esos, que no son tan pocos, la fecha tiene otro y verdadero significado.

Los identificas por algunas características distintivas: en el momento de pedir, agradecen y en el momento de recibir, entregan. Nada les quita el gozo de vivir.

Cuando la vida comienza a medirse por momentos y no por años, cuando lo espiritual es más importante que lo material, entonces la Navidad comienza a revelarse en su verdadera esencia.

Al momento de escribir estas líneas, me preparo para acompañar a un amigo muy querido a despedir a su madre en la funeraria. Y van muchos este año.

Los que hemos perdido padres, hijos, hermanos, daríamos todo lo que tenemos por el regalo extraordinario de poder pasar con ellos un tiempo más, de darles un abrazo que trascienda el universo.

Es en ese instante que caes en cuenta que lo verdaderamente valioso en la vida no se puede comprar.

Mi deseo en esta Navidad es que reflexiones en todas las bendiciones que has recibido, en todos los momentos felices que no costaron nada y lo afortunado que eres solo por estar vivo.

Por tu familia imperfecta y ruidosa, por tener amigos que te acompañen en la risa y en las lágrimas, por poder trabajar dignamente y celebrar una Navidad más con los que amas.

Que entiendas que el regalo más extraordinario de todos murió por nosotros en una cruz para regalarnos vida, gozo, misericordia y amor en abundancia. Lo más extraordinario de ese regalo es que puedes compartirlo. Y sigue siendo gratis.

Culmino mi columna de este año compartiendo una antigua oración portuguesa que otro amigo me compartió primero. No conozco el autor, pero le agradezco que me haya hecho detener para reflexionar y agradecer. 

Dice así:

“Cuando le pidas algo a diciembre, pídele que te traiga regalos que no se vendan en las tiendas: un me gustas, un gracias por existir, un estoy aquí para siempre.

Cuando le pidas algo a diciembre, pídele que te traiga abrazos apretados, carcajadas fuertes, regazos de quienes más quieres, manos tomadas todo el año, hombros que te sostengan en corazones donde vivir sin fecha de caducidad.

Cuando le pidas algo a diciembre, pídele que te traiga ojos que brillen por ti, para ti y palabras que te protejan y cuiden como el sol en los días fríos.

Las pequeñeces que valen todo en la vida, lo esencial que ocupa, sin pesar, el lado izquierdo del pecho y la levadura de la alegría que hace que la vida valga la pena.

Cuando le pidas algo a diciembre, pídele que te enseñe a vivir con el corazón abierto y creer, así como así, que hay una luz para cada oscuridad que tengas que enfrentar.

¿Para qué pedir algo si lo tenemos todo? ¿Y qué quieres que te traiga el año venidero? Nada, no quiero que me traiga nada, lo único que quiero es que no se lleve. 

Que no se lleve lo que ya tengo: un techo que nos cobija, el plato que nos alimenta, las mantas que nos abrigan, la luz que nos ilumina, la sonrisa de mis hijos, la salud como tesoro, el trabajo como sustento, la amistad, la compañía, los abrazos, las caricias, los “te amos”, los besos.

Que no se lleven los sueños, ni los trocitos del corazón que lo forman cada persona que lleva ahí dentro”.

Feliz Navidad, estimados lectores, y que Jesús renazca en los corazones de cada uno de nosotros llenando nuestras vidas de gozo, agradecimiento y esperanza.  

TEMAS -

Comunicación corporativa y relaciones internacionales. Amo la vida, mi familia y contar historias.