Es tiempo para abrazarnos
Cuando un simple gesto puede cambiarlo todo
Hace once años escribí un pequeño relato que hoy quiero recrear. Es una interesante historia sobre un caso de la vida real que nos puede ayudar para una mejor convivencia en los tiempos que como sociedad estamos viviendo.
Kyrie y Brielle Jackson fueron dos niñas gemelas nacidas de un parto prematuro, con bajo peso al nacer y muy pocas probabilidades de vida, en el Massachussetts Memorial Hospital de los EE.UU. en el año 1995.
Kyrie, que fue la primera en nacer y la que tuvo un peso ligeramente mayor, se fue recuperando sin mayores problemas.
Pero Brielle entró en una fase muy delicada, su piel se puso pálida y cianótica (azul), la concentración de oxígeno en su sangre bajó a niveles críticos y su corazón se aceleraba hasta casi caer en fallo cardiaco. Era inminente que iba a morir en muy poco tiempo.
Gayle Kasparian, la enfermera de turno esa noche, hacía cuanto podía para reanimarla, pero la niña seguía mal.
En ese instante, recordó algo que había leído y que se hacía en Europa, pero que en los EE.UU. no estaba permitido, y que consistía en poner juntos en una misma incubadora a los niños prematuros de partos múltiples, porque esto, les permitía conservar mejor el calor corporal.
El abrazo de una hermana
Pidió permiso a los padres de las niñas y, violando las reglas del hospital, colocó a Brielle junto a su hermanita Kyrie.
Una vez colocada en la incubadora, Brielle se acurrucó junto al cuerpo de su hermana, que instintivamente le echó su brazo encima. La abrazó.
En pocos minutos Brielle, que estaba muriendo, ajustó su ritmo cardiaco y respiratorio a los de su hermana, la concentración de oxígeno en su sangre medida con el oxímetro de pulso empezó a subir y el color de su piel a mejorar.
Las niñas prematuras de Massachussetts crecieron saludables y se dice que, por mucho tiempo, permanecieron durmiendo juntas y abrazadas.
Kyrie, la más fuerte, la más saludable, solo hizo un pequeño esfuerzo, un gesto. Echar su brazo sobre el cuerpo de su hermana (la abrazó) y eso fue suficiente para salvarle la vida.
En la sociedad que hoy vivimos, la nuestra y la global, ¿por qué no ofrecerle al otro, al más débil, un abrazo, una palabra, un gesto amable? Quizás le estemos salvando la vida, o al menos le estaremos dando algo que todos, sin excepción, en algún momento necesitamos.
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