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La ilusión de cada mañana

Cada mañana es una nueva oportunidad para crecer y entender que la vida es un instante y que estamos destinados a regresar al Todo desde donde vinimos.

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La ilusión de cada mañana
Debemos hacer de cada segundo una celebración. (SHUTTERSTOCK)

Cada mañana me levanto con una ilusión, con algo pendiente, algo que ilumine mi día y me obligue a caminar con la encomienda  de celebrar la vida y la existencia. Cada mañana agradezco, muchas veces sin deseos de agradecer.

Hace unos días me preguntaba desde cuándo hacía este ejercicio vivencial.

Recuerdo una mañana en que amanecí nublado, con un fuerte tinte de tristeza, un asomo quizás de desesperación donde me cuestionaba todo. La vida. La familia, mi trabajo, y hasta me atreví a cuestionar a Dios.

Estuve todo un tiempo sumido en una profunda desesperación donde no podía encontrar respuestas, donde me debatía entre una nada absoluta o un horizonte quizás esperanzador.

Ese mismo día supe que tendría que hacer mi camino, que la vida sería lo que yo diseñara, que Dios estaría cerca si lo buscaba y que la oscuridad o la luz podrían producirse en cualquier momento si así lo decidiera.

La clave de la existencia es saber que tenemos en nuestras manos el poder de transformar nuestras realidades, que la vida de por sí es difícil, pero que si lo entendemos temprano se hace más fácil transitarla.

Cada mañana me despierto produciendo mis ilusiones, mis sueños, dibujo horizontes que me permitan caminar hacia ellos y me trazo una ruta para no perderme en el camino.

Tuve miedo a cansarme, desanimarme mientras lo intentaba, pero no me di por vencido, me inventé la alegría y le puse nombre: familia, abrazo, amigos, naturaleza, música, trabajo, amanecer… y, según los momentos difíciles, el remedio para cada posible ansiedad.

A la muerte le puse resurrección; a las despedidas, reencuentros; a los abandonos, conformidad; a la tristeza, silencios; a la oscuridad, luz.

Puede que suene pueril lo que digo, pero a mí me ha funcionado. No amamanto los pesares, los destierro por más intensos que sean, algunos me toman más tiempo que otros, pero los combato con todas mis fuerzas. Hay personas que se hacen adictas a sus penas y se condenan a una existencia desdichada, personas que se sumergen en sus heridas y no levantan la vista para ver el resplandor de la belleza que les rodea, que se niegan a ser felices.

Cada dolor tiene su tiempo y hay que respetarlo, pero jamás dejarlo por más tiempo del que se merece. Las lágrimas son naturales, pero no imprescindibles. Llorar libera y nos acerca a la quietud, pero jamás puedo hacer de las lágrimas mi aliada de vida a menos que sean de emoción por algo bello o algún sentimiento que nos eleve a tocar el infinito.

Cada mañana es una nueva oportunidad para crecer y entender que la vida es un instante y que estamos destinados a regresar al Todo desde donde vinimos.

Hago de cada segundo una celebración y acaba siendo una celebración aunque me corran las lágrimas…

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Freddy Ginebra Giudicelli es un contador de anécdotas cuyo mayor deseo es contagiar su alegría y llenar de esperanza a todos aquellos que leen sus entrañables historias.