Aimee Chevalier: la mujer que eligió la maternidad sin pareja y sin miedo
Una nueva forma de ser madre: libre, consciente y profundamente amorosa, con una historia que demuestra que formar una familia no siempre responde a un molde, sino a una decisión valiente de vivir en coherencia con el propio deseo

Aimee Chevalier (@aimeechevalier) no esperó al amor. Decidió no posponer más su deseo de ser madre, aún sin tener una pareja. Psicóloga clínica, con especialización en el bienestar integral de la mujer, su práctica se enfoca en ese espacio íntimo y poderoso donde la espiritualidad y la psicología se cruzan.
Ahora, a los 40 años, Aimee no solo guía a otras mujeres a vivir con más conciencia, sino que también es madre por decisión propia (y pronto por partida doble).
A las 34 semanas de su segundo embarazo, Aimee relata a Diario Libre, con serenidad, sobre el proceso de haberse convertido en madre sin pareja.
"Mi vida ha sido siempre un proyecto de crecimiento personal. He invertido en mí, estudié dos carreras, tengo una maestría, un diplomado. Pero en 2016, tras terminar mis estudios en Estados Unidos, me enfrenté a una encrucijada: seguir un doctorado o empezar una familia".
En ese momento, con 32 años y sin pareja, Aimee tomó la decisión de volver a República Dominicana para construir una base sólida —profesional y financiera— desde donde pudiera ser madre.
"Me planteé algo muy claro: el doctorado puede esperar, la maternidad no. No podía darme el lujo de esperar seis años para terminar un doctorado y luego empezar un proceso de fertilidad. No con la edad encima, sin pareja y con deudas estudiantiles".
Pasaron cuatro años de planificación consciente. Aimee abrió su práctica, empezó a enseñar en la Universidad donde estudió, compró un apartamento, construyó un colchón financier y hasta adoptó un perro. "Para saber si podía cuidar de otro ser vivo", reconoce entre risas. Entonces, finalmente, vino el gran paso: la fertilización asistida.
Admite que hubo momentos de duda, de temor. Como toda decisión trascendental, el camino estuvo lleno de preguntas. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Sería suficiente para su hijo?
Fue una mentora espiritual quien le dio una respuesta que le dio paz: "Las almas eligen a sus madres". Aimee eligió confiar en eso y siente que su hijo no ha venido a este mundo a sufrir ni a llenar vacíos. Ha venido a vivir una experiencia única, con ella, como madre.
Una decisión entre la ciencia y la fe

"Fue una decisión profundamente espiritual también. Yo creo mucho en la ciencia, pero la espiritualidad siempre ha sido mi brújula. Sabía que no quería un padre presente en el papel pero ausente en la vida. Por eso descarté buscar un ´donante conocido´. Para mí era importante que mis hijos no crecieran preguntándose por qué su padre no los ve, sino que supieran con claridad que fueron profundamente deseados y elegidos", cuenta con determinación.
Es más, nunca consideró pedirle ayuda a un amigo ni a nadie conocido. Su madre incluso le decía en broma: "Búscate a alguien y ya". Pero ella lo tenía muy claro: no era negociable que su hijo tuviera un padre ausente.
Por todas esas razones optó por la inseminación artificial utilizando un donante con un perfil abierto, es decir, uno que su hijo pueda contactar a los 18 años si lo desea.
"Compré tres muestras por si acaso. Cada una costó cerca de 1,200 dólares. Todo el proceso, entre medicación, estudios y el tratamiento en sí, rondó los 6,000 dólares. No lo cubre ningún seguro, pero para mí era una inversión emocional y espiritual".
Su ginecóloga le advirtió que las probabilidades de éxito eran bajas, pero Aimee tenía fe. Su primer embarazo llegó en el primer intento. Tres años después, su segundo embarazo también fue exitoso al primer intento.
En octubre de 2021 nació su primer hijo, Daniel. Y ahora, con 40 años, espera al segundo. Ambos concebidos de la misma forma, ambos deseados con el corazón y la mente.
"Intenté nuevamente en abril de 2024, pero ese intento no prosperó. No hubo implantación. Pero, una vez más, volví a intentarlo y quedé embarazada. A la primera nuevamente".
Una maternidad sin arrepentimientos, pero con duelo
Para Aimee, lo más desafiante de la maternidad ha sido despedirse de su yo anterior. La mujer que podía viajar cuando quería, estudiar sin interrupciones, disfrutar del silencio y la autonomía. Asumir que por al menos cinco años dejaría de ser el centro de su propia vida fue difícil.
"Lo más difícil ha sido hacer el duelo de mi identidad anterior", confiesa. "Viajar, estudiar, vivir con libertad. Esa mujer quedó atrás. Ahora soy otra. Reinventarme ha sido parte del proceso".
Pero no se ha arrepentido y es que el amor que recibe cada día de su hijo lo compensa todo. Cada palabra nueva, cada gesto, cada aprendizaje la conectan con un amor que no conocía.
"Esta maternidad ha sido absolutamente consciente. Para mí no hay milagro más grande que ver a mi hijo crecer, descubrir su personalidad, sus preguntas. Y ahora volver a vivir la magia de tener una vida creciendo dentro de mí".
Verdades tempranas y amor transparente
Hoy, su hijo mayor ya empieza a hacer preguntas. Sabe que no tiene papá, pero también que tiene una tribu que lo rodea: su madre, su abuela, su tía, su niñera. Aimee opta siempre por decirle la verdad, sin dramatismo. Cree que las verdades dichas con amor no duelen.
"Daniel ya ha empezado a hacer preguntas: ´¿dónde está mi papá?´, me preguntó un día. Y yo le respondí con la verdad: tú tienes mamá, tienes abuela, tienes tití, tienes una familia que te ama. No tienes papá. Pero tienes mucho amor", cuenta.
Esa honestidad es innegociable para Aimee: "La verdad no duele, o duele una sola vez. Pero la mentira, o el silencio, duelen toda la vida".
¿Y el amor romántico? Aunque eligió la maternidad sin pareja, no ha cerrado las puertas al amor. Ha tenido relaciones significativas desde que es madre, pero ahora elige con otros ojos.
Piensa primero en su hijo, en el impacto que cualquier vínculo puede tener sobre él. La maternidad, afirma, la ha hecho más exigente, pero también más sabia. Más plena.
"No me he cerrado a las relaciones", explica. "He tenido algunas en estos tres años. Pero soy muy cuidadosa con el impacto emocional que pueda tener una nueva figura en la vida de mi hijo. El apego, el desapego, todo eso cuenta. Pero incluso con alguien que ya no es mi pareja hoy, he contado con una presencia noble en su vida. Eso es una gran bendición".
Nuevo paradigma de familia
Aimee reconoce que ha tenido que sortear prejuicios. En el proceso de buscar colegio, por ejemplo, se encontró con instituciones poco abiertas a estructuras familiares no tradicionales. También enfrentó juicios médicos.
"Y, sin embargo, en este país hay muchas más madres solteras que casadas. Es hora de que lo asumamos con naturalidad".
Madres dominicanas extraordinarias: relatos de valentía y sacrificios
No estás sola, pero sí debes ser suficiente
Su consejo para otras mujeres que contemplan este camino es claro:
- "Que no tomen la decisión contando con nadie más. Ni con mamá, ni con una tía, ni con una amiga. La red de apoyo puede ser un regalo, pero no debe ser la base. Tienes que saber que tu vida va a cambiar y vas a dejar de ser la protagonista de tu historia por unos años. Prepárate para eso. Económicamente, emocionalmente, espiritualmente".
Aimee Chevalier forma parte de una generación de mujeres que están redefiniendo qué significa formar una familia.
Porque cada vez son más las mujeres que toman conciencia de que no han tenido relaciones de pareja viables y, desde ese reconocimiento, se plantean otras formas de vivir la maternidad.
Inclusive, algunas de ellas se han acercado a Aimee (sin conocer su situación) con esa inquietud y deseo, aunque la mayoría aún no se atreve a dar el paso solas. Les cuesta romper con el modelo tradicional de familia, con esa imagen arraigada de cómo "debería" ser.
"Y eso también merece respeto. No es una decisión menor. La maternidad, aunque profundamente hermosa, implica un desafío enorme. Por eso es fundamental tener claridad interna antes de emprender ese camino por cuenta propia", puntualiza.
Aimee Chevalier encarna una nueva forma de ser madre: libre, consciente y profundamente amorosa, con una historia que demuestra que formar una familia no siempre responde a un molde, sino a una decisión valiente de vivir en coherencia con el propio deseo.