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La maternidad sin pareja: decisiones valientes, amores completos

Desde la inseminación asistida hasta la maternidad en solitario o uniparental tras un divorcio, estas tres mujeres reescriben lo que significa ser madre, con valentía, conciencia y amor incondicional

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La maternidad sin pareja: decisiones valientes, amores completos
Hay mujeres que deciden ejercer una maternidad libre y transformadora. (SHUTTERSTOCK)

En un mundo donde la maternidad aún suele asociarse al modelo tradicional de familia, un grupo creciente de mujeres está trazando su propio camino en la crianza.

Aimee Chevalier, Carolina Ruiz y Odette Arias decidieron ser madres desde distintos contextos, pero con una convicción común: vivir la maternidad en sus propios términos.

Sus historias son testimonio de que formar una familia no siempre responde a moldes sociales, sino a decisiones profundamente personales, marcadas por la fe, la autonomía y el amor.

Este reportaje recoge sus voces, sus luchas y sus conquistas en el ejercicio de una maternidad libre y transformadora.

Aimee Chevalier: la mujer que eligió la maternidad sin pareja y sin miedo

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Infografía
Aimee Chevalier es madre de un niño de tres años y está embarazada del segundo. (FUENTE EXTERNA)

Aimee Chevalier (@aimeechevalier_) no esperó al amor. Decidió no posponer más su deseo de ser madre, aún sin tener una pareja. Psicóloga clínica, con especialización en el bienestar integral de la mujer, su práctica se enfoca en ese espacio íntimo y poderoso donde la espiritualidad y la psicología se cruzan.

Ahora, a los 40 años, Aimee no solo guía a otras mujeres a vivir con más conciencia, sino que también es madre por decisión propia (y pronto por partida doble).

A las 34 semanas de su segundo embarazo, Aimee relata a Diario Libre, con serenidad, sobre el proceso de haberse convertido en madre sin pareja.

"Mi vida ha sido siempre un proyecto de crecimiento personal. He invertido en mí, estudié dos carreras, tengo una maestría, un diplomado. Pero en 2016, tras terminar mis estudios en Estados Unidos, me enfrenté a una encrucijada: seguir un doctorado o empezar una familia".

En ese momento, con 32 años y sin pareja, Aimee tomó la decisión de volver a República Dominicana para construir una base sólida —profesional y financiera— desde donde pudiera ser madre.

"Me planteé algo muy claro: el doctorado puede esperar, la maternidad no. No podía darme el lujo de esperar seis años para terminar un doctorado y luego empezar un proceso de fertilidad. No con la edad encima, sin pareja y con deudas estudiantiles".

Pasaron cuatro años de planificación consciente. Aimee abrió su práctica, empezó a enseñar en la Universidad donde estudió, compró un apartamento, construyó un colchón financier y hasta adoptó un perro. "Para saber si podía cuidar de otro ser vivo", reconoce entre risas. Entonces, finalmente, vino el gran paso: la fertilización asistida.

Admite que hubo momentos de duda, de temor. Como toda decisión trascendental, el camino estuvo lleno de preguntas. ¿Estaba haciendo lo correcto? ¿Sería suficiente para su hijo?

Fue una mentora espiritual quien le dio una respuesta que le dio paz: "Las almas eligen a sus madres". Aimee eligió confiar en eso y siente que su hijo no ha venido a este mundo a sufrir ni a llenar vacíos. Ha venido a vivir una experiencia única, con ella, como madre.

Una decisión entre la ciencia y la fe

"Fue una decisión profundamente espiritual también. Yo creo mucho en la ciencia, pero la espiritualidad siempre ha sido mi brújula. Sabía que no quería un padre presente en el papel pero ausente en la vida. Por eso descarté buscar un ´donante conocido´.

Para mí era importante que mis hijos no crecieran preguntándose por qué su padre no los ve, sino que supieran con claridad que fueron profundamente deseados y elegidos", cuenta con determinación.

Es más, nunca consideró pedirle ayuda a un amigo ni a nadie conocido. Su madre incluso le decía en broma: "Búscate a alguien y ya". Pero ella lo tenía muy claro: no era negociable que su hijo tuviera un padre ausente.

Por todas esas razones optó por la inseminación artificial utilizando un donante con un perfil abierto, es decir, uno que su hijo pueda contactar a los 18 años si lo desea. "Compré tres muestras por si acaso. Cada una costó cerca de 1,200 dólares.

Todo el proceso, entre medicación, estudios y el tratamiento en sí, rondó los 6,000 dólares. No lo cubre ningún seguro, pero para mí era una inversión emocional y espiritual".

Su ginecóloga le advirtió que las probabilidades de éxito eran bajas, pero Aimee tenía fe. Su primer embarazo llegó en el primer intento. Tres años después, su segundo embarazo también fue exitoso al primer intento.

En octubre de 2021 nació su primer hijo, Daniel. Y ahora, con 40 años, espera al segundo. Ambos concebidos de la misma forma, ambos deseados con el corazón y la mente.

"Intenté nuevamente en abril de 2024, pero ese intento no prosperó. No hubo implantación. Pero, una vez más, volví a intentarlo y quedé embarazada. A la primera nuevamente".

Una maternidad sin arrepentimientos, pero con duelo

Para Aimee, lo más desafiante de la maternidad ha sido despedirse de su yo anterior. La mujer que podía viajar cuando quería, estudiar sin interrupciones, disfrutar del silencio y la autonomía. Asumir que por al menos cinco años dejaría de ser el centro de su propia vida fue difícil.

"Lo más difícil ha sido hacer el duelo de mi identidad anterior", confiesa. "Viajar, estudiar, vivir con libertad. Esa mujer quedó atrás. Ahora soy otra. Reinventarme ha sido parte del proceso".

Pero no se ha arrepentido y es que el amor que recibe cada día de su hijo lo compensa todo. Cada palabra nueva, cada gesto, cada aprendizaje la conectan con un amor que no conocía.

"Esta maternidad ha sido absolutamente consciente. Para mí no hay milagro más grande que ver a mi hijo crecer, descubrir su personalidad, sus preguntas. Y ahora volver a vivir la magia de tener una vida creciendo dentro de mí".

Verdades tempranas y amor transparente

Hoy, su hijo mayor ya empieza a hacer preguntas. Sabe que no tiene papá, pero también que tiene una tribu que lo rodea: su madre, su abuela, su tía, su niñera. Aimee opta siempre por decirle la verdad, sin dramatismo. Cree que las verdades dichas con amor no duelen.

"Daniel ya ha empezado a hacer preguntas: ´¿dónde está mi papá?´, me preguntó un día. Y yo le respondí con la verdad: tú tienes mamá, tienes abuela, tienes tití, tienes una familia que te ama. No tienes papá. Pero tienes mucho amor", cuenta.

Esa honestidad es innegociable para Aimee: "La verdad no duele, o duele una sola vez. Pero la mentira, o el silencio, duelen toda la vida".

¿Y el amor romántico? Aunque eligió la maternidad sin pareja, no ha cerrado las puertas al amor. Ha tenido relaciones significativas desde que es madre, pero ahora elige con otros ojos. Piensa primero en su hijo, en el impacto que cualquier vínculo puede tener sobre él.

La maternidad, afirma, la ha hecho más exigente, pero también más sabia. Más plena.

"No me he cerrado a las relaciones", explica. "He tenido algunas en estos tres años. Pero soy muy cuidadosa con el impacto emocional que pueda tener una nueva figura en la vida de mi hijo. El apego, el desapego, todo eso cuenta.

Pero incluso con alguien que ya no es mi pareja hoy, he contado con una presencia noble en su vida. Eso es una gran bendición".

Un nuevo paradigma de familia

Aimee reconoce que ha tenido que sortear prejuicios. En el proceso de buscar colegio, por ejemplo, se encontró con instituciones poco abiertas a estructuras familiares no tradicionales. También enfrentó juicios médicos. "Y, sin embargo, en este país hay muchas más madres solteras que casadas. Es hora de que lo asumamos con naturalidad".

No estás sola, pero sí debes ser suficiente

Su consejo para otras mujeres que contemplan este camino es claro:

  • "Que no tomen la decisión contando con nadie más. Ni con mamá, ni con una tía, ni con una amiga. La red de apoyo puede ser un regalo, pero no debe ser la base. Tienes que saber que tu vida va a cambiar y vas a dejar de ser la protagonista de tu historia por unos años. Prepárate para eso. Económicamente, emocionalmente, espiritualmente".

Aimee Chevalier forma parte de una generación de mujeres que están redefiniendo qué significa formar una familia.

Porque cada vez son más las mujeres que toman conciencia de que no han tenido relaciones de pareja viables y, desde ese reconocimiento, se plantean otras formas de vivir la maternidad.

Inclusive, algunas de ellas se han acercado a Aimee (sin conocer su situación) con esa inquietud y deseo, aunque la mayoría aún no se atreve a dar el paso solas. Les cuesta romper con el modelo tradicional de familia, con esa imagen arraigada de cómo "debería" ser.

"Y eso también merece respeto. No es una decisión menor. La maternidad, aunque profundamente hermosa, implica un desafío enorme. Por eso es fundamental tener claridad interna antes de emprender ese camino por cuenta propia", puntualiza.

Aimee Chevalier encarna una nueva forma de ser madre: libre, consciente y profundamente amorosa, con una historia que demuestra que formar una familia no siempre responde a un molde, sino a una decisión valiente de vivir en coherencia con el propio deseo.

El valor de decidir: Carolina y su viaje hacia la maternidad sin ataduras

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Carolina es madre de una adolescente de 16 años. (SHUTTERSTOCK)

Cuando el reloj biológico de Carolina Ruiz —nombre ficticio de la entrevistada— encendió la alarma, supo que debía tomar una decisión trascendental: ser madre o no.

A los 38 años, Carolina mantenía una relación sentimental con un hombre que, desde un inicio, le dejó claro que no se casaría, pues arrastraba dos matrimonios fallidos. Aun así, ella le expresó su deseo de tener hijos, porque, según sus palabras, "le encantan los niños".

Él aceptó ser el padre y se comprometió a estar presente en la crianza, una promesa que, asegura ella, no cumplió.

Finalmente, quedó embarazada. "Lo que nunca supe, ni me imaginé, fue que sería tan difícil el proceso, tanto física como emocionalmente; también por temas de salud", confiesa.

Carolina agradece profundamente a su madre, quien ha sido su principal apoyo en esta nueva vida llena de retos. Desde responder las preguntas inevitables de su hija sobre su estructura familiar, distinta a la convencional, hasta enfrentar los señalamientos sociales, su madre ha estado ahí.

Hoy, Carolina es madre de una adolescente de 16 años. Al mirar atrás, se siente feliz por la decisión que tomó.

"Yo lo haría de nuevo, sabiendo que es algo que te cambia la vida por completo. Es un mil por mil. La vida de una ya no le pertenece, se va recuperando poco a poco según los niños crecen y se hacen más independientes, pero los primeros años son muy demandantes", explica.

Lo que más disfruta, dice, es "ver cómo mi hija crece, lo madura e inteligente que es. Ver que fui capaz de lograrlo, de criarla y de transmitirle valores. Ver cómo se desenvuelve, la madurez mental que tiene para enfrentar las situaciones, cómo se relaciona con sus amigos".

Carolina reconoce que todas las madres sienten que sus hijos son especiales, pero también cree que ha hecho un buen trabajo. Al ver a su hija, una joven amorosa y muy apegada a su familia, se siente profundamente orgullosa. "Yo me siento muy feliz de tener a mi hija", concluye con una sonrisa.

Autismo, maternidad y valentía: el camino que eligió Odette Arias por su hijo

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Odette Arias con su hijo Luca. (FUENTE EXTERNA)

Odette y su exesposo compartieron una relación estable durante casi 10 años, entre noviazgo y matrimonio, y su hijo Luca fue un niño muy deseado. Sin embargo, durante el embarazo y después del parto, comenzaron a surgir diferencias en sus planes de vida.

Al atravesar una depresión postparto, Odette llegó a la conclusión de que no era el camino que quería seguir. Fue entonces cuando tomó la difícil decisión de pedir el divorcio, cuando Luca apenas tenía tres meses.

"Decidir dar ese paso fue muy complicado, pero sabía que era lo mejor para todos. No quería vivir una vida que no me hacía feliz, ni para mí ni para mi hijo", comenta Odette sobre ese momento decisivo.

Aunque al principio el proceso fue complicado, hoy en día mantiene una relación cordial con su expareja, quien, a su vez, mantiene un vínculo cercano con su hijo.

Para Odette, criar a Luca como madre soltera ha sido un desafío constante, especialmente porque su hijo de ahora 11 años tiene autismo, lo que requiere una atención y dedicación aún mayor.

"En algunos momentos, me cuestioné si había tomado la mejor decisión. No porque dudara de mi amor por él, sino por la preocupación de si sería capaz de darle todo lo que necesitaba, no solo en lo económico, sino también en lo emocional", recuerda.

También tuvo que enfrentar la crítica social. "La sociedad comienza a bombardearte con frases como: ´¿Estás segura?´, "No desbarates tu familia...´. Y las cosas no se vuelven más fáciles", comenta.

Sin embargo, esos comentarios no la hicieron dudar de su decisión.

"Nos crían con la idea de que ´no debes desbaratar tu familia´, pero si no te sientes bien, ¿qué tipo de familia vas a formar? Decidí hacer caso omiso a lo que la sociedad considera "lo correcto". Para mí, lo correcto es aquello que te da felicidad, lo que te hace sentir bien contigo misma", reflexiona.

Ver el desarrollo positivo de su hijo le confirma que tomó la mejor decisión y que lo más importante no es la estructura de la familia, sino el amor y la seguridad que se le brinda a los hijos.

"Hoy estoy convencida de que, aunque no fue el camino más fácil, fue el mejor para nosotros. Entendí que una familia no depende de cuántas personas haya, sino de cuánto amor, cuidado y seguridad le brindamos a nuestros hijos. Ser madre soltera no fue mi plan inicial, pero sí ha sido la decisión más valiente y correcta en su momento", afirma.

"Luca es un niño que, a pesar de las dificultades que ha enfrentado debido a su condición, ha logrado superar muchos obstáculos. Verlo avanzar me demuestra que todo el esfuerzo ha valido la pena", agrega.

El hecho de que solo sean ellos dos ha fortalecido aún más su vínculo, creando una conexión única y profunda entre madre e hijo.

"Luca y yo nos hemos convertido en un equipo. La conexión que tenemos es única. Saber que soy un ejemplo para mi hijo, de lucha, responsabilidad y perseverancia, me llena de orgullo", dice con convicción.

Eso sí, en este trayecto como madre soltera, el apoyo de su familia y amigos ha sido clave.

"Mis padres, especialmente mi mamá, han sido mi sostén y también el de mi hijo. Puedo decir que todos los miembros de mi familia me han ayudado y han sido muy abiertos durante este proceso de crianza de Luca bajo su condición de autismo. Han sido empáticos e inclusivos; nunca se ha tratado a mi hijo de forma diferente", destaca Odette.

Sus amigos de igual manera han sido una red fundamental para ella.

"Mis amigos y personas cercanas también han sido una parte importante en este proceso, ofreciéndome su apoyo, estando pendientes de mi bienestar emocional, ayudándome a buscar ayuda, contactos para centros de terapias y conectándome con otras madres y familias qué comparten este diagnóstico con sus niños".

A las madres solteras, en especial a aquellas que crían hijos con condiciones especiales, aconseja:

"Dar amor incondicional a tu hijo y agradecer incluso por aquello que creas que no deberías agradecer. Muchas veces una siente ganas de tirar la toalla, y es válido, pero hay algo que tenemos las madres que no nos permite rendirnos. Seguimos adelante, superando obstáculos, todo por el bienestar de nuestros hijos".

También destaca la importancia del autocuidado. "A todas las madres, de niños con condiciones especiales y las que no, démonos amor a nosotras mismas, porque ese amor se refleja en nuestros hijos", concluye.

Las historias de Aimee, Carolina y Odette reflejan un cambio de paradigma: la maternidad ya no depende de un esquema fijo, sino de una elección consciente y valiente.

Ser madre, hoy, también puede significar romper con lo esperado para construir desde el deseo, el amor y la autenticidad. Porque al final, la familia no se define por su forma, sino por la fuerza con la que se ama.

TEMAS -

Periodista, con más de 30 años de experiencia en revistas. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de Navarra, España. Actualmente, dirige la sección Revista de Diario Libre en la República Dominicana.

Periodista de Revista. Le apasiona escribir sobre salud mental y relaciones de pareja. De no ser periodista, sería psicóloga con un blog.

Periodista dominicana con una maestría en Comunicación Corporativa. Titulada en estilismo y asesoría de imagen. Es una apasionada del contenido sobre la salud, la belleza, el buen vivir y la cultura.