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Navaza
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Navaza: el pedazo de tierra en el mar Caribe que nadie habita, pero que EE. UU. y Haití disputan

Es una isla pequeña, de apenas cinco kilómetros cuadrados, rodeada de acantilados afilados, con suelo árido, sin playas, sin ríos... y sin habitantes

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Navaza: el pedazo de tierra en el mar Caribe que nadie habita, pero que EE. UU. y Haití disputan
La isla de la Navaza, un territorio deshabitado en el mar Caribe, en disputa entre Haití y Estados Unidos. (FUENTE EXTERNA)

Pocos han escuchado hablar de ella. Se llama isla de la Navaza y está escondida en el mar Caribe, entre Haití y Jamaica. Aunque parece sacada de una leyenda, es real.

Es una isla pequeña, de apenas cinco kilómetros cuadrados (aproximadamente cinco veces el tamaño de la Ciudad Colonial de Santo Domingo), rodeada de acantilados afilados, con suelo árido, sin playas, sin ríos... y sin habitantes. Nadie vive allí, y no por falta de belleza, sino porque esta isla guarda una historia que mezcla ambición, muerte y un conflicto aún sin resolver.

Un pedazo de tierra sin agua... pero con valor

Navaza parece un gran peñón cubierto de matorrales y cactus, con iguanas, aves marinas y algunas cabras salvajes. No hay agua dulce, lo que la hace inhabitable.

Fue Cristóbal Colón quien la mencionó por primera vez en 1504, durante su cuarto viaje, pero ni él ni ningún otro europeo se interesaron por ella durante siglos. No tenía oro, ni habitantes, ni madera. Solo sol, roca y soledad. Pero eso cambió en el siglo XIX.

A mediados de 1800 se descubrió que Navaza estaba cubierta de guano, el excremento fosilizado de aves marinas, considerado entonces uno de los fertilizantes más valiosos del mundo. Agricultores y gobiernos lo buscaban desesperadamente.

En 1857, un empresario estadounidense reclamó la isla bajo la Ley del Guano, una legislación que permitía a ciudadanos de Estados Unidos apropiarse de islas deshabitadas con depósitos de guano. Desde entonces, Estados Unidos la considera suya.

Haití protestó, reclamando que Navaza formaba parte de su territorio desde su independencia en 1804. Pero su reclamo fue ignorado.

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Infografía
Mapa que muestra la ubicación de la isla de la Navaza entre Haití y Cuba. (FUENTE EXTERNA)

La mina de la muerte

Durante años, la isla fue explotada por una compañía estadounidense. Se instalaron campamentos mineros y una pequeña vía férrea para transportar el guano. La mayoría de los obreros eran afroamericanos, contratados bajo duras condiciones. Trabajaban bajo el sol caribeño, en una isla sin sombra ni agua potable.

En 1889 ocurrió una tragedia: los trabajadores se rebelaron, cansados del maltrato y la sobreexplotación. En el levantamiento murieron cinco supervisores. Los responsables fueron arrestados, juzgados en Baltimore y tres de ellos fueron condenados a muerte. Finalmente, el presidente de Estados Unidos les conmutó la pena.

Tras ese episodio, la explotación del guano disminuyó. El negocio dejó de ser rentable y la compañía abandonó la isla.

El faro y la guerra

En 1917, con la apertura del Canal de Panamá, Navaza volvió a cobrar importancia. Se construyó un faro para evitar naufragios en la zona, y durante un tiempo vivieron tres fareros en la isla. Pero en 1929 el faro fue automatizado, y Navaza quedó vacía otra vez.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla fue usada como puesto de observación, pero al terminar el conflicto volvió a su silencio habitual.

Hoy, el faro sigue en pie, solitario, oxidado por la brisa salada y el tiempo.

Sin bandera clara

Hasta el día de hoy, Estados Unidos mantiene el control administrativo de Navaza. La considera territorio no incorporado, bajo el cuidado del Departamento del Interior. Haití, por su parte, continúa reclamando la isla como parte de su soberanía.

Navaza está oficialmente deshabitada. No hay casas, ni caminos, ni electricidad. Solo quedan ruinas de lo que alguna vez fue la zona minera: restos de vagones y estructuras oxidadas cubiertas por la maleza.

Nadie puede visitar la isla sin un permiso especial del gobierno estadounidense. No hay transporte oficial. Solo algunos pescadores haitianos se acercan a sus costas rocosas para pescar o descansar.

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